All Blacks, cambiar la forma en que lideras
por Marcelo Vázquez Avila
El caso que cambiar, para estos All Blacks estaba claro. El rendimiento estaba por debajo del nivel deseado, tanto dentro como fuera del campo de juego. En términos de Enoka, su coach en temas mentales, habían perdido, “el ser de equipo”. Es cierto, había un fuerte tema para cambiar.
Los All Blacks acababan de perder 40-26 contra
Sudáfrica en Johannesburg y terminaron últimos en el torneo Tri Nations
de ese año 2004.
Para un equipo sintonizado con el triunfo y con
el mayor índice de victorias del deporte mundial, fue un desastre. Pero, como
relata Graham Henry, su entrenador, peor fue la noche que siguió en el hotel
del equipo. “Tenemos un equipo disfuncional. Si no se arregla, no regresaré”.
Algo tenía que cambiar.
Hacía muy poco que se le había confiado a
Graham Henry el puesto de trabajo más importante del deporte de Nueva Zelanda:
head coach de los All Blacks. Luego de la debacle, Wayne Smith, su coach
asistente le deslizó una nota donde insistía en que “debemos arreglar esto”.
Fue el comienzo de un proceso largo, minucioso
y doloroso que con el tiempo condujo a la gloria de la Copa del Mundo de rugby.
Lo que estos hombres lograron (Henry, Smith, Enoka, y los jugadores) constituye
un caso digno de estudio sobre cambio transformacional de una cultura, cuyas
lecciones son aplicables mucho más allá de una cancha de rugby.
Consultores organizacionales con éxitos a sus
espaldas sostienen que un cambio organizacional efectivo requiere cuatro etapas
clave. La ausencia de cualquiera de estos factores, dicen, inhibirá el cambio
cultural y a menudo lo volverá imposible:
Las
cuatro etapas para el cambio organizacional:
˚ Algo específico que cambiar
˚ Tener una imagen atrayente y persuasiva del futuro
˚ Una capacidad de cambio sostenible en el tiempo
˚ Un plan de ejecución creíble para los involucrados
˚ Algo específico que cambiar
˚ Tener una imagen atrayente y persuasiva del futuro
˚ Una capacidad de cambio sostenible en el tiempo
˚ Un plan de ejecución creíble para los involucrados
El caso que cambiar, para estos All Blacks estaba claro. El rendimiento estaba por debajo del nivel deseado, tanto dentro como fuera del campo de juego. En términos de Enoka, su coach en temas mentales, habían perdido, “el ser de equipo”. Es cierto, había un fuerte tema para cambiar.
Luego, el equipo necesitaba una imagen atractiva
del futuro. Pero primero se necesitaba una estrategia clara para el cambio.
Graham Henry se encargó de articularla como la creación de “un entorno… que
estimule a los jugadores y los motive a participar en él”. Henry percibió que
el mundo estaba cambiando y que los All Blacks, como cualquier otro team u otra
empresa competían en el mercado por los
mejores recursos humanos. Llego a pensar que concentrarse en el desarrollo
personal y en el liderazgo crearía capacidad, aptitud y lealtad.
El equipo también necesitaba la correcta
capacidad de un cambio sostenible. Esto significaba dejar de lado a los
jugadores que dificultaban la posibilidad de cambio y, más importante aún,
desarrollar la aptitud de los que quedaran y los que se unieran. Esto se
centraba en un modelo de management en el que se delegaba responsabilidad en
los jugadores para que, en palabras del mismo Henry, “arriesguen más su pellejo
en el partido”.
También involucraba la creación de un entorno
de aprendizaje que funcionara como una escala de desarrollo personal y
profesional, y aquí es donde se destacó Henry como formador de líderes. La creación de un
grupo de liderazgo y de unidades operativas individuales donde los jugadores
asumieran cada vez mayor responsabilidad por los protocolos, principios y
cultura del equipo, le dio estructura a esta estrategia.
Los
líderes crean líderes.
Finalmente, el equipo necesitaba un plan de
ejecución creíble. En esto el liderazgo, con su singular estructura compartida,
rozó la excelencia. Orientados por Henry, los hombres fueron capaces de
elaborar e implementar un plan autoajustable que desarrolló las capacidades técnicas,
tácticas, físicas, logísticas y psicológicas del colectivo. El plan atravesó
años, temporadas, series, semanas, días y hasta los segundos que marcaba el
cronómetro del partido hasta el silbato final.
Fue un plan ejecutado en público en el campo de
juego, pero calibrado tras las bambalinas, y que condujo al período más exitoso
del rugby de los All Blacks en la historia.
Y a otra copa del mundo.
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