El viaje de tu vida
Por Marcelo Vázquez Avila
“Una persona valiente es aquella que actúa con un propósito firme en su corazón.”
Quiero que Imagines por un momento que tu vida es un continente vasto y misterioso que anhelas explorar. Un lugar lleno de sorpresas, donde cada rincón tiene su propia historia.
Puedes emprender esta aventura con un mapa en la mano o lanzarte a la carretera sin rumbo fijo, a pie o a bordo de un fabuloso coche, con un reloj apremiante o con todo el tiempo del mundo. Puedes decidir visitar los lugares más emblemáticos o dejarte llevar por el azar; ir solo como un lobo solitario o compartir la travesía con compañía.
“Tu vida es un gran viaje que puedes planear y crear según tus necesidades y deseos”.
Ahora imagina que aterrizas en el corazón de este continente, en una ciudad bulliciosa que es un verdadero hervidero de vida, llena de oportunidades a la vuelta de cada esquina. ¡Genial! Pero, ¿y ahora qué? Tendrás que decidir si te lanzas al norte, te deslizas al sur, te aventuras al este o te dejas llevar por el oeste.
“No hay viento bueno para quien no sabe dónde va”. Dice Séneca
Desde el instante en que pones un pie en esta nueva aventura, debes tomar una decisión crucial: ¿hacia dónde dirigirte? No importa si llevas un mapa o si prefieres el estilo "al que salga, salgo", pero, querido amigo, necesitas tener al menos una dirección.
Sin ella, podrías perderte días, meses o hasta años dando vueltas como un trompo, y eso no está ni bien ni mal, pero no te llevará a explorar el continente.
Sin rumbo, te arrastrarás tras de quien grite "¡Vamos por aquí!" o "¡Mira, por allá!". En cambio, si tienes un mapa, podrás situarte y saber hacia dónde te diriges, haciendo que el camino sea mucho más sencillo y divertido.
NOTA: “Te aconsejo que uses un mapa para planificar y recorrer tu vida, no un GPS al que sigues ciegamente, sin cuestionar hacia dónde te está llevando”.
Volviendo ahora a la realidad de nuestra vida, cualquier viaje, ya sea real o metafórico, hay tres elementos clave que debes tener claros: la meta, el sueño y el propósito. La meta: Ese destino que deseas alcanzar, un logro que anhelas en el corto o mediano plazo. Es como ese sitio al que quieres llegar antes de que caiga la noche.
El sueño: Es el gran final de tu viaje, la gran aventura que te espera en el horizonte. Es el lugar, estado físico o mental que añoras, la meta última que te hace vibrar y que te lleva a esforzarte, a sudar la gota gorda. Es algo que puedes alcanzar, aunque a veces solo exista en tu mente.
El propósito: Ah, el propósito. Esa chispa que enciende tu motor, la gasolina que te impulsa a tomar decisiones y a alinear tus valores. Es lo que da sentido a tu vida, ese ideal que te hace levantarte cada mañana con ganas de conquistar el mundo.
Puedes lograr todas las metas y alcanzar tus sueños, pero si no honras tu propósito, todo quedará vacío. Una vez que lo encuentras, se convierte en tu brújula, inamovible y firme.
Si el propósito fuera una parte del cuerpo, sería el corazón; si fuera un coche, sería el motor; si fuera un viaje, sería el porqué de cada paso que das.
Con un propósito firme, tendrás sueños y metas; las necesitarás para avanzar, porque el propósito está vivo, se mueve y exige acción.
“La valentía se manifiesta en quienes se mueven con propósito en su corazón”
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