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Mostrando entradas de octubre 16, 2011

"La edad de la madurez, esa felicidad"

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por Marcelo Vázquez Avila “Es totalmente cierto que el vino gana con la edad.  Cuanto más viejo me hago,   más me gusta”. El paso de los años  es algo inevitable, inherente al ser humano, pero que muchas personas intentan camuflar o ignorar porque les proporciona angustia. Esta pesadumbre se genera, principalmente, por los cambios visibles que se ven en el cuerpo como arrugas, calvicie, aparición de canas y flaccidez o por la pérdida de energía o resistencia para actividades o acciones que cuando se es joven se hacen sin ningún problema. Todo esto puede hacer pensar que llegar a cierta edad no tiene ningún beneficio, pero lo que hay que hacer a nivel mental es reconocer lo que somos, valorar las  posibilidades  que proporciona la madurez y  sacar todo el partido posible  a esta nueva etapa. A nivel físico , cuidarse para verse bien por fuera y estar bien por dentro, no debe pensarse que no es importante al llegar a determinada edad. Arreglarse y vestir con la moda que nos gusta no d

"La Tristeza de la resignación"

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por Marcelo Vázquez Avila No puedes evitar que el pájaro de la tristeza vuele sobre tu cabeza,  pero sí puedes evitar que anide en ella. La resignación es aceptar una derrota sin antes haber hecho todo lo que tú crees que puedes hacer para superarla y nos entristecemos y frustramos   porque no se da el resultado que esperábamos. Nos damos por vencidos antes de comenzar la lucha.  La resignación siempre buscará culpables, siempre esperará que algo o alguien le traiga la solución pero sin ganarla, sin hacer nada por conquistarla y justificará siempre el resultado basándose en culpas ajenas y no asumiendo su propia responsabilidad; la resignación nos hace creer que no somos capaces de superar las circunstancias del hecho que estamos viviendo y deja en nuestras mentes una frustración constante. A primera vista parece obvio que resignarse es simplemente aceptar las adversidades, las cosas contra las cuales no podemos hacer nada… y allí precisamente comienza el dilema: ¿somos realmente c