Del Humor y la Risa

por Marcelo Vázquez Ávila


 “La risa no es en absoluto un mal 
comienzo para una amistad, 
y desde luego es su mejor final”.




La magia de la sonrisa es indescriptible. Inicia conversaciones, amistades, amores. Concluye debates, discusiones, disgustos. Reírse de uno mismo, con otros, en grupo, relajarse, romper máscaras, mostrar lo mejor que llevamos dentro. Una sonrisa es el mejor pasaporte que abre todas las fronteras, un gesto honesto, un lenguaje humano irrepetible. Signo de apertura, de confianza, esperanza compartida, que no conoce diferencias, por sexo, raza ni edades. La risa tiende a contagiar, a perpetuarse en el tiempo, a recordarse. Ahora que lo pienso, no es mal epitafio: ¡Y se rió con ganas!

La ciencia y la risa


Destacados científicos dicen que con el humor y la risa se puede escapar de las enfermedades, inclusive de los males crónicos. Hormonas cerebrales como la serotonina o las endorfinas que el cuerpo produce, generan una sensación de euforia que alimenta al individuo con una pequeña dosis de alegría cuando una persona ríe.


Además, la risa produce en el cuerpo un efecto analgésico, y aporta beneficios desde el punto de vista inmunológico, lo cual se demuestra en el buen progreso de los enfermos que son tratados con “dosis” constantes de buen humor. No es necesario ser completamente feliz para sonreír, pues es cuestión de tener una actitud positiva. Cuando se tiene buen humor se puede aprender a ver los problemas de una manera relajada y buscar soluciones más creativas y flexibles.


Entre otros beneficios fisiológicos de la risa se menciona su efecto en la duplicación de la capacidad pulmonar y en la estimulación del sistema muscular, que se pone en funcionamiento cada vez que nos reímos. Los músculos de la cara, tórax y abdomen se relajan y contraen con gran velocidad, mejorando su tono. En esos momentos, y debido a la intensidad del ejercicio, cada grupo muscular se estimula como lo haría en una sesión de gimnasia. La activación simultánea del sistema respiratorio y el circulatorio permite transportar eficientemente la riqueza del oxígeno adquirida en la respiración a todos los tejidos del organismo.


Por si fuera poco, la risa es un buen activador metabólico, que provoca la liberación de adrenalina, favoreciendo la pérdida de calorías. También puede considerarse un buen bálsamo para el espíritu, ya que cada vez que una persona ríe, denota un estado de ánimo positivo. Y, finalmente, algo muy importante: la risa y el buen humor son tan contagiosos como un bostezo.


Quien no ría y no llora se ha muerto, pues cuando el corazón se ha secado, cuando los ojos no brillan, ya no se es persona.
También es cierto que hay quien circula en sentido contrario, ríen y disfrutan con el sufrimiento de los otros. Esto es pensar la risa como expresión de superioridad propia y degradación del otro que es la teoría que sustenta el rechazo platónico a la risa. El inicio del desprecio por la risa como respuesta a la incongruencia podríamos ubicarlo en La República de Platón, el filósofo también condenaba la risa “violenta”, esto es, la carcajada, por ser algo inconveniente, obsceno y perturbador. Aristóteles no se quedaba atrás y repetía una variante de la valoración platónica de la risa: Ésta era una mueca de fealdad que deforma el rostro y desarticula la voz.

Homo ridens: una apología de la risa
La risa es el antídoto para la melancolía. Si bien ha estado entre los temas más olvidados por la filosofía occidental, no deja de ser absurdo, pues el ser humano sin la risa y el humor no podría sobrevivir en este mundo de peregrinaje y sinsabores. Si no fuéramos “homo ridens”, no seríamos. Cada sociedad tiene una concepción de la congruencia y, de acuerdo con ella, percibe lo incongruente como tal. Ante esto, la descarga de la risa libera al individuo de la tensión ante sus incongruencias. Y esto es lo que le salva. Y esto es lo que verdaderamente nos salva.
Lo muestra Peter Berger en su obra sobre la risa , que comienza precisamente con el enfrentamiento entre el pensar y la risa: el pensar de Tales de Mileto y la risa de una esclava tracia. En efecto en Teeteto, el Sócrates platónico nos cuenta que: estando ocupado Tales en la astronomía y mirando a lo alto, cayó un día en un pozo, y que una sirvienta de Tracia, de espíritu despierto y burlón, se rió, diciendo que el sabio quería saber lo que pasaba en el cielo y se olvidaba de lo que tenía frente a sí y ante sus pies.
El sentido del humor es la capacidad humana para percibir algo como cómico o gracioso. La risa es la expresión de esa capacidad e implica, y eso es lo que aquí quiero mostrar, un salto fuera de la cotidianidad provocado por aquello que se ha percibido como gracioso. Y en este sentido me interesa reflexionar únicamente sobre la risa que es producto de esa capacidad de reír, producto del sentido del humor ante una situación indolora e inofensiva, o incluso ante una situación dolorosa para el propio individuo, pero a la vez irremediable, como lo puede ser una enfermedad. Me interesa reflexionar y revalorar este tipo de risa porque ella es indicativa de una cierta facultad para vivir la vida en el marco de lo que Spinoza llamó la laetitia: la alegría. El fin último de toda Ética era para Spinoza, la alegría: nada bueno surge de la tristeza. Lo sano es la alegría, y con ella, la risa. Se puede afirmar que Spinoza fue el primer filósofo en decir algo verdaderamente positivo sobre la risa. Para este filósofo son dos los afectos fundamentales de los cuales se derivan el resto de las emociones: la alegría y la tristeza. El único camino posible hacia el perfeccionamiento tanto del cuerpo como del espíritu —pues para este filósofo poseen ambos la misma dignidad— es el camino de la alegría: cualquier afecto derivado de la alegría es positivo, mientras que ninguno derivado de la tristeza puede conducir a la perfección ni al bien. De manera que para Spinoza la risa es un bien deseable y resulta benéfica para el cuerpo y el espíritu.
Marie Taylor sugiere la razón por la cual reímos ante lo incongruente: en el ser humano, nos dice, existe un impulso básico a ordenar la realidad: la respuesta humana ante el desorden es imponer un cierto orden, para lo cual es del todo necesaria la competencia de la razón. La risa, en cambio, ante la incongruencia o el desorden, no ordena racionalmente, sino que simplemente festeja la incongruencia; percibir algo como gracioso y la risa que ello provoca, dice Collins, es también la expresión del impulso humano básico de ordenar la realidad, sólo que en lugar de ordenarla se la acepta tal y como es y se la festeja. Encontramos aquí nuevamente la imagen de Tales de Mileto y su insuperable seriedad frente a la risa de la muchacha tracia. Tales no soporta la incongruencia y ordena el mundo racionalmente para no morir de desesperación: es el primer filósofo de Occidente. La muchacha tracia, ante la incongruencia de ver al sabio imposibilitado de llevar a cabo la más elemental función, a saber, caminar sin caer, no ordena nada ni pretende regresar las cosas a su quicio. No levanta del suelo a Tales ni le dice que tenga cuidado, no se preocupa por la incapacidad de los filósofos para manejarse en la cotidianidad: no ordena el mundo, simplemente rompe a reír.


Comedia y Tragedia
Tanto la comedia como la tragedia tienen el poder de arrancar al individuo fuera de su cotidianidad e introducirlo en una experiencia distinta y distante de lo ordinario.
En sus orígenes la comedia tenía un momento asignado dentro de los programas de la tragedia: las piezas satíricas se presentaban después de las obras trágicas y ofrecían la posibilidad de un desahogo cómico: tenemos así la descarga ante la incongruencia a través de la risa. Después de la seriedad de la tragedia seguía la risa curativa; después del dolor, la carcajada, que ni anula ni niega a la tragedia, sino simplemente la hace más soportable.
La risa puede jugar un papel similar a aquel que juega el arte; arranca al individuo de la cotidianeidad en que se mira sin ver y se oye sin escuchar, para llevarlo a ver y escuchar de una manera nueva y diferente. La comedia y la tragedia, la risa y la filosofía, la jovialidad y la seriedad, la alegría y el dolor no son más que dos formas diferentes de reaccionar ante la percepción de una incongruencia: en una se reacciona ordenando, en otra se acepta la incongruencia y se festeja.

El individuo se rinde ante la incongruencia a través de la risa
en lugar de intentar imponer un orden racional.
Hay algo alado, sagrado en la risa, que la filosofía no ha terminado de valorar. Los libros escritos sobre la verdad, la belleza o la tragedia podrían llenar bibliotecas enteras; sin embargo lo que se ha escrito sobre la risa desde el ámbito de la filosofía ha sido más escaso.
Ante el mismo estímulo, ante la misma realidad, podemos reaccionar de maneras muy diversas: podemos reír o llorar. Es verdad que nuestras reacciones ante la vida no dependen de manera exclusiva de nuestro estado interior. Es imposible reír ante un gran dolor o ante aquello que consideramos peligroso o dañino. Quien intenta cultivar el sentido del humor reacciona de manera diferente ante las mismas inclemencias de la vida. Es necesario, aprender a reír. Por eso ejercitar el sentido del humor debería ser casi una disciplina porque aprender a reír puede brindar una experiencia y una interpretación completamente nuevas y revitalizadoras de la existencia humana. Sólo la risa redime, como lo sugiere Peter Berger desde el título de su mencionada obra: sólo la risa que expresa alegría vital puede salvarnos . ¡Aprended a reír! Quizás ésa sea una de las claves de la existencia...

Comentarios

K. ha dicho que…
Para ello tenemos que aplicar la razón...como se puede reir o llorar ante una situación difícil o trágica tenemos que poner de nuestra parta para optar por lo primero...porque así lo veremos un poco menos mal...

El hacer ese ejercicio de optar por lo primero, entendiendo "risa" como una actitud más que como una acción, me ha ayudado enormemente a capear la tormenta veraniega del 2009...y la verdad que a pesar de haber pasado mis momentos feos...la "risa" como actitud ha sido la mejor medicina y la mejor terapia.
Bazko ha dicho que…
Marcelo,
Gracias por la reflexión. Nos hace falta aprender a reir!!!!
Inmediatamente, pensé que los argentinos "tan tangueros" somos básicamente tristes y melancólicos. ¿Será por eso que nos va como nos va?

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