Vulnerables pero Invencibles (II)

por Marcelo Vázquez Avila

Resiliencia es la capacidad humana de sobreponerse a los riesgos de la existencia y no sólo superarlos, sino desarrollar el potencial personal al máximo. Aunque la palabra suena extraña se escucha cada vez más en el ámbito educativo y de formación.

En las últimas décadas, la tendencia psicológica que impactó a la sociedad, la educación y la esperanza del ser humano, se centró en analizar cómo las circunstancias negativas (traumas, cierta discapacidad, abuso de drogas…) marcan a tal grado a la persona que prácticamente la condicionan a vivir con una carga negativa y a llevar a cuestas un fardo que le impedirá ser feliz y dueña de sí. Sin duda, había sido estigmatizada.

Por el contrario, la resiliencia apela a la capacidad de recuperarse, sobreponerse y adaptarse con éxito frente a la adversidad y de desarrollar competencia social, académica y vocacional pese a estar expuesto a acontecimientos desfavorables, a grave estrés o simplemente a las tensiones inherentes del mundo de hoy. En la actualidad toda persona requiere desarrollar esta competencia.

La resiliencia en la educación es la capacidad de resistir, el ejercicio de la fortaleza (constancia, capacidad de acometer y resistir) para afrontar los avatares de la vida personal, familiar, profesional y social. El término se ha adoptado, en cierta forma, en lugar de invulnerable, invencible y resistente, ya que la acepción «resiliente» reconoce el dolor, la lucha y el sufrimiento implícitos en el proceso y, a diferencia del modelo médico basado en la patología, se aproxima a un modelo pedagógico proactivo basado en el bienestar y centrado en adquirir competencias y eficacia propias.

Adquirir resiliencia es un proceso vital: toda persona requiere superar episodios adversos para ser feliz y evitar quedar marcado. La resiliencia coincide con la pedagogía al mostrarse como una ciencia que enseña a vivir bien y a aceptar el sufrimiento que conlleva existir.

El término «resiliente», del latín resilio, se utiliza también en física y significa volver de un salto, rebotar. Expresa la cualidad de los materiales a resistir la presión, doblarse y recobrar su forma original para no deformarse ante presiones y fuerzas externas por su capacidad de resistencia al choque. Para la educación, el vocablo significa lo mismo que en física: una dinámica positiva y una capacidad de volver hacia adelante. Sin embargo, la resiliencia humana no se limita a resistir, implica también la reconstrucción. La resiliencia se concibe como un resorte moral y constituye una cualidad en la que el individuo no se desanima y se supera a pesar de la adversidad. Por ello, refiere menos a la susceptibilidad ante el daño y más a la capacidad de sobreponerse a las experiencias.



CUATRO TIPOS DE PERSONA

De acuerdo con A. J. Solnit: «la vulnerabilidad evoca sensibilidades reales y latentes (…) en tanto la invulnerabilidad puede considerarse una fuerza, una capacidad de resistencia al estrés, a las presiones y a las situaciones potencialmente traumáticas». E. J. Anthony distinguió cuatro categorías de personas: las hipervulnerables, que sucumben a situaciones de estrés comunes; las pseudovulnerables, que al menor fallo de su ambiente se hunden porque han vivido demasiado protegidas; las invulnerables, que se reponen muy rápido por estar expuestas a una serie de sucesos traumáticos y las no vulnerables, que son resistentes desde el nacimiento y se desarrollan de modo armónico durante toda la vida.

Lo cierto es que aunque hay individuos más resilientes que otros, no hay personas con resistencia absoluta y cada una tiene sus propios límites. Por ello, se han investigado los factores de riesgo que agravan las crisis de la vida y los factores de protección que ayudan a resistirlas y superarlas para vivir lo mejor posible.



FACTORES DE PROTECCIÓN

• Recursos internos: buena capacidad para resolver y planificar, uso de estrategias de resistencia, sensación de eficacia personal, comprensión de sí mismo, autocontrol, competencias relacionales (empatía y capacidad de buscar ayuda), alta autoestima, temperamento fácil, apego, uso adecuado de mecanismos de protección (creatividad, sentido del humor).

• Procesos familiares: buena relación al menos con uno de los padres o con algún familiar próximo, padres competentes, buena educación, apoyo del cónyuge.

• Facilitadores ambientales: apoyo social, verdaderos tutores de resiliencia, participación en actividades religiosas, culturales, asociativas y humanitarias.

La resiliencia no es una capacidad estática sino dinámica, como el concepto que tenemos de nosotros mismos, y puede considerarse como la adaptación psicosocial positiva. Varía a través del tiempo y las circunstancias, ya que es resultado de una armonía entre la personalidad y los factores de riesgo y de protección. La persona puede «estar» más que «ser» resiliente.

Entre los elementos asociados a la resiliencia hay algunos determinantes como el temperamento. Los niños resilientes muestran autonomía, autoestima y orientación social positiva como rasgos de carácter. Suelen tener un temperamento fácil, activo y afectuoso que les permite sobreponerse, crecer y desarrollarse a pesar de la adversidad



HACIA UNA NUEVA EDUCACIÓN

Los tres campos de investigación de la resiliencia posibilitan: desarrollarse de forma positiva a pesar de la experiencia de un ambiente de alto riesgo, tener competencias constantes ante situaciones de estrés agudo o crónico y sanar de un trauma. Como el riesgo siempre está presente, es necesaria una pedagogía preventiva para estudiar los factores protectores que pueden ayudar a salir adelante.

La experiencia sugiere que los estudiantes resilientes encuentran un docente favorito que se convierte en un modelo positivo y ejerce una fuerte influencia en sus vidas; les brinda calidez, afecto y trato con tono humano. A los estudiantes resilientes les gusta la escuela y la convierten en su «hogar fuera del hogar», en un refugio de su ámbito familiar disfuncional. La responsabilidad del maestro es detectar a los estudiantes «en riesgo» y ayudarles a construir su resiliencia para desarrollar habilidades que les permitan acceder a una vida significativa y productiva.



PILARES EDUCATIVOS DE LA RESILIENCIA

1. Enriquecer los vínculos. La alteridad juega un papel definitivo al reconocer el ego frente al otro. Existe la necesidad de ayudar al alumno a vincular el rendimiento escolar con su estilo de aprendizaje preferido.

2. Fijar límites claros y firmes. Establecer con claridad las expectativas que se tienen del estudiante y enseñarle a asumir las consecuencias de sus actos.

3. Enseñar habilidades para la vida. Cooperación, resolución de conflictos, estrategias de resistencia y asertividad; habilidades de comunicación, competencias para la resolución de problemas, etcétera.

4. Brindar afecto y apoyo. Implica proporcionar respaldo y aliento incondicional. Para superar la adversidad se requiere la presencia del afecto y de la ternura que no siempre se recibe de la familia. Las reformas educativas reconocen que un ambiente afectivo es esencial para el éxito académico.

5. Establecer y transmitir expectativas elevadas. Las expectativas tienen que ser elevadas pero realistas, de lo contrario no lucharán por lograr sus objetivos y se sentirán subestimados.

6. Brindar oportunidades de participación significativa. Otorgar a los estudiantes, a sus familias y al personal docente una cuota de responsabilidad: oportunidades de resolver problemas, tomar decisiones, planificar, fijar metas y ayudar a otros.

La clave de la resiliencia está en adquirir una consistencia interior, nutrir el espíritu con proyectos que brinden solidez personal y lo vuelvan menos vulnerable para poder incidir en una mejora social.



COMPORTAMIENTO VITAL

Hay dos componentes esenciales de la resiliencia: la resistencia frente a la destrucción, que es la capacidad para proteger la integridad bajo presión y la capacidad de forjar un comportamiento vital positivo pese a las circunstancias difíciles (Vanistendael  2002).

El concepto incluye, además, la capacidad de una persona de afrontar las dificultades de forma socialmente aceptable. Para Cyrulnik (2002) es un conjunto de fenómenos armonizados en el que la persona afronta un contexto afectivo, social y cultural que define como el arte de navegar en los torrentes (de la vida).

La persona construye la resiliencia en función de sí misma y del contexto. Es un proceso complejo donde intervienen directamente la voluntad y las competencias afectivas. Así, se demuestra que no existe ningún determinismo genético o ambiental. La resiliencia abre el campo a la creatividad y al ejercicio de la libertad. Requiere mantener viva la curiosidad, atreverse a experimentar, abrir los sentidos y la mente a la paradoja; usar la lógica, la imaginación y ser responsable de sí mismo.



PROYECTO PERSONAL



Se requiere hacer de la vida una obra personal que se instituya como un proyecto propio, pues, a pesar de estar expuesto a factores externos, parte de la riqueza de la persona está en que puede dar a su existencia un sentido personal y social. Asumir la responsabilidad personal implica que toda persona tiene capacidad para desarrollar resiliencia en cualquier momento siguiendo este proceso:

• Tomar conciencia y aceptar la propia vulnerabilidad, valorando cuestiones ponderables e imponderables.

• Observar nuestras reacciones, actitudes y comportamiento ante diversas situaciones, para confrontarlos, pensarlos, encauzarlos y convertirlos en motor de acción.

• Afrontar el problema evitando el miedo paralizante o temores que impiden ver la realidad con objetividad y creatividad para intervenir por medio de la acción.

• Sin perder el estilo personal, adaptarse con tolerancia a la frustración y control para afrontar la adversidad, recuperar el equilibrio y la armonía personal y salir fortalecido.



CONCLUSIONES

La resiliencia exige re-crearse a sí mismo, agergar valor, construir la singularidad, la educabilidad.

La reacción inmediata de nuestra sociedad es la resistencia, acto eminentemente de la voluntad. El cambio requiere una estructura de conducta, de pensamientos e incluso incita a llevar una vida con base en metas y objetivos; no es posible tomar una decisión si no se está acostumbrado a saber elegir. La resiliencia sirve cuando se ha recorrido el camino de confrontación, de entendimiento, de construcción y de gobierno de sí mismo para sobreponerse a la adversidad. Se trata realmente de aprender a vivir con conocimiento de causa y obtener el mayor gobierno de la propia vida para afrontar los embates externos y realizar lo que cada persona se propone como fin. La clave es instaurar la diferencia y construir la singularidad. No hay resiliencia si no hay un «quiero vivir mejor», «quiero ser una mejor persona».



BIBLIOGRAFÍA

CYRULNIK, BORIS. Los patitos feos. La resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida. Gedisa. Barcelona, 2002.

CYRULNIK, BORIS et al. El realismo de la esperanza. Gedisa. Barcelona, 2004.

GIDDENS, ANTHONY. Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en nuestras vidas. Taurus. España, 2000.

SOLNIT, A.J. «L´enfant vulnérable, retrospective» en L´enfant vulnerable. Presses Universitaires de France. Paris, 1982.

 

Comentarios

Unknown ha dicho que…
muy interesante!
ahora se lo imprimo a Marce que le va a venir muy bien para su trabajo.
un beso grande, Tere
MARCELO VAZQUEZ AVILA ha dicho que…
Tere: las experiencias vitales te hacen siempre subir algunos peldaños de golpe. No obstante soy de la opinión de que debemos tratar que aquellas, afecten lo menos posible a nuestra vida posterior. Un beso
Unknown ha dicho que…
Las experiencias vitales suelen dejar una huella, pero no necesariamente debe doler cuando se recuerda. Creo que el éxito es saber gestionar esa experiencia para transformarlo en una fortaleza. Tener conciencia de en que situaciones sufrimos, de que situaciones nos superan, nos ayuda a afrontarlas con más posibilidades de éxito, y para ello, es determinante la reflexión interior y la formación. Formación que en muchas ocasiones debes forzar, hablando con un amigo, escuchando a personas mayores, leyendo un blog, etc. Marcelo ¿sabes que los materiales también mejoran su resilencia a medida que se les somete a esfuerzos? ¡¡También ellos aprenden!! ¿Y qué con tratamientos adecuados se mejora su capacidad ante las infatigables esfuerzos a los que los sometemos? Hay otra circuistancia que se da en los materiales que se llama "fatiga" y que consiste en la rotura sin previo aviso ante esfuerzos repetitivos y cíclicos que de ser aislados no hubieran tenido la menor importancia. Debemos estar preparados para no romper, trabajarlo antes, y evitaremos la sensación de necesitar un cambio de rumbo permanente.
MARCELO VAZQUEZ AVILA ha dicho que…
Querido Alejandro, es cierto; los términos de "fatiga, dureza y resiliencia" tan propios de la física para hablar de la resistencia de materiales ha sido llevado a la sociologgía (y viceversa)con mucha propiedad y acierto. Gracias
Juan ha dicho que…
Querido Marcelo, has dado en la tecla... Soy de los que creen que a partir de las experiencias (sobre todo de las negativas) se aprende y se vuelve uno más fuerte. Como dijo el prof. Randy Pausch en su conocida "Last lecture" - "Experiencia es lo que obtienes, cuando no obtienes lo que buscas"

Creo ya, que es aprendizaje de toda una vida, entender, aceptar y enfrentar la adversidad. No es malo golpearse si aprendemos a capitalizarlo para mejorar nuestras vidas. Pero como bien decís, esto solo es posible si existe la intención íntima de querer ser mejor y querer mejorar nuestra vida.

La adversidad se presenta en la vida de todos, cómo la recibamos y qué hagamos con ella, es capacidad y decisión de uno mismo.

Saludos

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