Comunicar es Dialogar


¡No me grites, que no te oigo!

por Marcelo Vázquez Avila

En el mundo de la comunicación se dan hechos muy sorprendentes. La semana pasada tuve la ocasión de volver a comprobarlo con motivo de unas conferencias que he dado en el Instituto Internacional San Telmo, en Málaga y en Sevilla. La sesión estaba enfocada en el desarrollo de la visión personal de cada uno de los asistentes, los invité a poner en marcha el poder de su imaginación y creatividad para ver posibilidades nuevas en su ámbito profesional y privado para desarrollar un mayor liderazgo personal. Como a mí me apasiona el funcionamiento del cerebro, empecé a hablar sobre las relaciones entre el cerebro izquierdo y el derecho, la imaginación y la creatividad. De repente Javier, uno de los participantes levantó la mano y en un tono fuerte que sonó como un gran reproche dijo: “Si es que siempre sucede lo mismo!”

Se produjo un silencio y entonces yo le pregunté qué es lo que le hacía sentirse así. Javier se quedó callado, con el brazo aún levantado pero sin decir una palabra más. Por alguna causa que creo conocer hace mucho tiempo ya, no me sentí afectado ni noté ninguna animadversión hacia ese antiguo alumno de un Master a quien ya conocía en aula. Estoy seguro y la vida así me lo ha demostrado una y otra vez, que en ocasiones parecidas, ni mi equilibrio ha sido el mismo ni mi emocionalidad tampoco y sí se ha producido un –aunque leve- deseo de revancha.

Seguimos con la sesión y sucedió algo que por muchos participantes –eran más de 100- fue visto como algo extraordinario. Javier volvió a levantar la mano y por supuesto le di la palabra, su intervención no pudo ser más creativa y colaboradora hacia el aprendizaje de toda el aula. Por las caras de muchos, se podía inferir que más de uno se estaba preguntando en qué momento le habías hecho a esa persona un trasplante de lóbulo cerebral.

Terminada la conferencia, todos se fueron marchando excepto un grupo entre quienes estaban María Elena, Ester, Virginia, Antón, José María, Manolo, Víctor y varios más, que querían hablar conmigo y entre ellos, la mayoría viejos conocidos pero que no se veían en meses. Nos sentamos en varias sillas y Paco empezó a decir que se había quedado impresionado con un tema de la conferencia. Obviamente me alegré y le pregunté que había sido, tal vez pensando en que me hablaría de algunas de las estrategias que habíamos comentado para potenciar nuestro liderazgo personal. Me sorprendió con su comentario: “Marcelo, lo que más me ha impresionado es cómo no le has respondido de otra manera a Javier, que ha hecho ese comentario tan agresivo”.

Yo, francamente no entendí en ese momento lo que me decía porque aquél comentario no me había generado ninguna herida y tampoco vi en mi respuesta nada que pudiera impresionar a nadie y así se lo transmití.

Marcelo, lo mismo que ha hecho contigo Javier hoy, se lo he visto hacer en el equipo de trabajo durante más de un año, y hemos llegado a decirle que no participara más de nuestras reuniones de grupo. Hoy me he dado cuenta de lo que me he perdido con él, si simplemente hubiera intentado entenderlo en lugar de rechazarlo por sus formas, hubiera ayudado a que desplegara su creatividad que permanecía oculta y que sin embargo es tan necesaria para todos…” me contestó.

De regreso a Madrid he vuelto a pensar en aquello que me pasó para intentar comprender qué procesos se ponen en marcha que permiten una liberación de nuestra creatividad.

Todo el potencial que encierra nuestro cerebro está muy influido por la situación emocional que experimentamos en cada momento. Si nos sentimos alegres, entusiasmados, apasionados por algo, la creatividad tiende a fluir. Por lo contrario cuando nos llenamos de miedo o de ira, se produce como una especie de tapón y ya no fluyen las mejores ideas.

Javier, a quien me he referido, posiblemente tenía almacenada una dosis no escasa de frustración o de angustia, de alguna manera no se consideraba ya parte de su equipo de trabajo, ni notaba que su opinión se tuviese en cuenta. Todos necesitamos sentirnos valiosos y que se nos reconozca nuestra capacidad de contribuir. De alguna manera Javier me estaba pidiendo que lo valorara, que lo considerara, porque su opinión merecía ser escuchada.

La falta de un canal adecuado para expresar nuestro sentir parece obvia si observamos la tensión que se genera en muchas de nuestras comunicaciones y que distancia por igual a padres e hijos, marido y mujer, amigos y a los colegas de la empresa en la que trabajamos.

Nos hemos vuelto unos expertos en mandar algunos de nuestras sentimientos, como el miedo, la desesperanza, la frustración, al sótano de nuestra casa y pensamos que se quedarían allí, quietecitos y sin protestar. Sin embargo llega un momento en que esa emocionalidad se escapa, sale como un torbellino, desproporcionada a su causa, arrasando y destruyendo lo que encuentra a su paso, aunque sea una relación muy querida. La falta de destreza en la gestión de nuestras emociones ha venido a ser una de las principales causas por las que enfermamos hasta asociarse a un aumento del colesterol y de los triglicéridos en sangre.

Pienso que el hablar claro en el momento preciso y de manera directa es clave. Hemos de aprender a conversar, para tener la confianza necesaria y poder escuchar lo que ha de ser escuchado y expresar la sinceras emociones que queremos transmitir para que exista comprensión y conexión en nuestros diálogos.

Comentarios

chema ha dicho que…
Quizá las formas de Javier, provocaron una falta de predisposición a la escucha activa del resto del grupo y todos salieron perjudicados. Unos por no escuchar y otros por no ser escuchado.
Independientemente de las diferencias en las formas, que impasiblemente afecta a tu predisposición, si extraemos el fondo entiendo que podremos seguir construyendo nuestra completitud. Caso contrario seguiremos construyéndonos como completos incompletos.

Gracias por compartir tu artículo, Marcelo.
chema ha dicho que…
Quizá las formas de Javier, provocaron una falta de predisposición a la escucha activa del resto del grupo y todos salieron perjudicados. Unos por no escuchar y otros por no ser escuchado.
Independientemente de las diferencias en las formas, que impasiblemente afecta a tu predisposición, si extraemos el fondo entiendo que podremos seguir construyendo nuestra completitud. Caso contrario seguiremos construyéndonos como completos incompletos.

Gracias por compartir tu artículo, Marcelo.

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