Del trabajo diario, al trabajo soñado
por Marcelo Vázquez Avila
Cuando comienza el curso les pregunto a
mis alumnos del Executive MBA ¿Cómo entusiasmarme más con mi trabajo cotidiano?
A simple vista la respuesta parecería muy obvia, y debiera ser “con un aumento
de sueldo”, sin embargo, no nos damos cuenta que el caer en esas trampas mentales
es peligroso, básicamente porque el aumento de sueldo alegra los primeros días,
satisface en el corto plazo. Luego, uno se acostumbra a dicho sueldo, y si
odiaba el trabajo porque lo sentía rutinario, o por temas de clima laboral o
por cualquier otra razón, lo seguirá odiando.
Con frecuencia, en los talleres sobre
Liderazgo personal suelo preguntar a los asistentes: ¿Para qué necesitan
trabajar? Resumiendo las respuestas, comienzan diciendo que para ganar dinero. De
acuerdo, pero ¿para qué quieren ganar dinero?, “Para comer” ¿Y para qué quieren
comer? La mayoría contesta que para vivir, entonces aparece una pregunta más decisiva,
¿Y para qué quieren vivir? La gran mayoría me suele contestar que para ser
feliz.
Muchas veces se arma un ambiente
expectante y sigo preguntando ¿Qué es para ti ser feliz? Después de un sin
número de respuestas, llegué a entender que es vivir con la conciencia
tranquila de saber que estás haciendo lo que puedes por lograr los objetivos
que te trazaste en todos los ámbitos (espiritual, personal, familiar, laboral y
social.) No depende exclusivamente de ningún factor, ni del dinero (mucha gente
con dinero es estructuralmente infeliz), ni de la compañía, ni siquiera de la
salud (cuántos enfermos felices conocemos).
Entonces, la pregunta del millón sería,
¿Cómo encuentro un trabajo que me haga feliz? Buscando aquel que te permita
maximizar tu remuneración relacionada con la calidad de vida que quieras tener,
a lo que se le llama “Salario emocional”. Y es que la mayoría de nosotros
no trabajamos exclusivamente para nuestras empresas o nuestros jefes,
trabajamos para cumplir nuestras metas más íntimas, muchos lo hacen para si
mismos, para demostrarse que pueden cumplir un reto personal, otros lo hacemos
por un sentido de trascendencia y otros para brindarle lo mejor a su familia.
Soñar, pero es importante hacerlo despierto
Si nos preguntáramos con cuál de las
frases nos sentíamos más familiarizados: “Hago lo que me gusta” o “Me gusta lo
que hago”, cuál sería nuestra respuesta?. Detrás de estas frases se
encuentra quizá una de las principales conclusiones de este artículo. Aquellos
que escogieron la primera, se estrellarán contra la realidad tarde o temprano,
ya que no podemos vivir pensando que en el hogar, en el trabajo hacemos sólo lo
que nos gusta, muy por el contrario, la segunda frase, a simple vista no es tan
atractiva pero esconde uno de los secretos mejor guardados para ser feliz, ya
lo decía Jean Paul Sartre, “La felicidad no está en hacer lo que uno quiere
sino en querer lo que uno hace”, y es que con forma de pensar que conlleve este
esquema, podremos ser felices en nuestros trabajos, atrapando lo mejor de lo
que nos pasa, haciendo que nos guste, ya que de lo contrario, nos parecerá
rutinario (cualquiera que sea el trabajo) y terminará por aburrirnos.
Que importante es auto motivarse,
crearse sus propios retos internos en el trabajo, saberse dueños de su propio
destino, soñar con una forma de trabajar que incluya pasión y diversión, porque
así se trabaja mejor. Nuestros gestos al entrar y salir de nuestro trabajo
dirán si lo hemos conseguido.
¿Qué necesitamos? Cultivar el
compromiso, la pasión, la humildad, elementos críticos para salir adelante.
Prima hermana de la paciencia y la humildad es la perseverancia, compañera inseparable
de la disciplina y el trabajo cotidiano bien terminado. Pero sobre todo mucho
optimismo y entusiasmo, mucha pasión por hacer y terminar el trabajo bien
hecho. A un niño se le puede obligar a ir la cama, pero no que confíe en ti. A
un profesional, le pides que cumpla, pero no le exiges que se entusiasme.
Es lo mismo que la comida hecha sin
pasión. Puede salirte bien, pero no sale rica. Una cosa es cumplir, otra poner
el alma. Y el alma solo se pone cuando hay pasión. Y hay pasión cuando la
visión y el propósito de la empresa y la visión del equipo están alineados.
Comentarios
uno ha elegido. Debe ser que ahora, cuando más cerca se está de no tener ni una pizca de motivación, es más fácil justificar aquel modo de pensar que siempre se tuvo, en busca de comprender por qué nos dedicamos con tanto ahínco a trabajar,
sin tener en consideración -muchas veces- la retribución económica justa y oportuna.
Parece que a veces la palabra "feliz" se convierte en tabú o se diluye en otra más políticamente correcta.
Quizá porque la felicidad tiene un componenete egoísmo (bien entendido) bastante grande...pero, no obstante, el aceptar la felicidad (en aquella forma que a cada cual le encaje) como un objetivo lícito es uno de los primeros pasos para llegar a ella.