La esquiva felicidad (III)


por Marcelo Vázquez Avila

Hemos creado interpretaciones de la realidad, modelos, sistemas, estructuras de existencia y convivencia que nos ahogan, restringen y hasta cercenan nuestras posibilidades de realizarnos, y aun cuando en lo más profundo de nuestra humanidad sabemos que nos necesitamos unos a otros, optamos por empujarnos, excluirnos y competir hasta anularnos.

Hoy en día, el mundo que conocemos, aquel que creímos que había ganado la batalla, aquel que endiosa el mercado, la competencia y el individualismo comienza a caer también ante nuestros ojos. Nuestro propio progreso, nuestra propia evolución nos transforma y nos lanza disparados hacia un futuro diferente, debemos cambiar, y nuestra mayor trampa es repetirnos.

Agobiados por la meta de llegar a ser alguien, nos olvidamos de ser nosotros mismos, nos olvidamos vivir el camino y de paso, cruelmente nos olvidamos de vivir, enfrascados en cumplir, en hacer lo que se nos pide o lo que hemos aprendido que debemos ser, nos confundimos y hacemos de la felicidad un destino siempre lejano, como un premio absurdo que sólo es posible ganar si pagamos con dolor el costo de vivir.
Queremos construir otra manera de vivir, una donde haya un buen lugar para todos, una vida donde podamos realizarnos, donde podamos crecer, donde podamos ser felices. Sin embargo, le tememos al cambio, preferimos repetir el camino conocido, ese que inclina nuestra mirada, que nos encorva, hemos creado una vida que no nos gusta, que nos separa y que nos condena a la infelicidad, construimos nuestro destino individual sobre las espaldas de los otros y nuestra mayor tragedia en creer que eso es lo que hay que hacer, que eso es lo correcto.

Se imaginan si cada ser humano, decidiera conectarse con lo mejor de los otros, si eligiéramos construir desde y hacia lo virtuoso de cada uno de nosotros; se imaginan lo que podría ocurrir si dejáramos de competir destructivamente, de excluirnos y comenzáramos verdaderamente a cooperar, a construir juntos...

Que pasaría si nos atreviéramos de vez en cuando a encontrarle la razón a los otros?  y si le enseñáramos a nuestros hijos a amar lo que hacen, lo que estudian, lo que aprenden, en vez de obligarlos a ser los primeros a sacarse buenas notas? y si en los colegios del mundo enseñaran que el liderazgo es la articulación de los talentos y no la imposición de la voluntad sobre el otro?  se imaginan un mundo donde el respeto por el otro sea el mayor reflejo de nuestra dignidad? que podría pasar si nos atreviéramos a reconocer nuestros errores, a perdonarnos, si nos atreviéramos a confiar el uno en el otro, a dejar de auto engañarnos, a ser verdaderamente sinceros, a compartir, a ser justos…

Transformar nuestra vida, ser soberanos de nuestra existencia comienza con nosotros, con nuestra voluntad de estar presentes, de recuperar la mirada, comienza con la voluntad de crear puentes, de hacer lo que es humanamente correcto, con atrevernos a no vivir en el miedo, comienza con construir nuevos modelos , nuevos relatos sobre nosotros mismos.

La felicidad es posible porque depende de ti, de mí, de cada uno de nosotros.

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