La esquiva felicidad (III)
Hemos
creado interpretaciones de la realidad, modelos, sistemas, estructuras de
existencia y convivencia que nos ahogan, restringen y hasta cercenan nuestras
posibilidades de realizarnos, y aun cuando en lo más profundo de nuestra
humanidad sabemos que nos necesitamos unos a otros, optamos por empujarnos,
excluirnos y competir hasta anularnos.
Hoy en día, el mundo que conocemos,
aquel que creímos que había ganado la batalla, aquel que endiosa el mercado, la
competencia y el individualismo comienza a caer también ante nuestros ojos.
Nuestro propio progreso, nuestra propia evolución nos transforma y nos lanza
disparados hacia un futuro diferente, debemos cambiar, y nuestra mayor trampa
es repetirnos.
Agobiados por la meta de llegar a ser
alguien, nos olvidamos de ser nosotros mismos, nos olvidamos vivir el camino y
de paso, cruelmente nos olvidamos de vivir, enfrascados en cumplir, en hacer lo
que se nos pide o lo que hemos aprendido que debemos ser, nos confundimos y
hacemos de la felicidad un destino siempre lejano, como un premio absurdo que
sólo es posible ganar si pagamos con dolor el costo de vivir.
Queremos construir otra manera de
vivir, una donde haya un buen lugar para todos, una vida donde podamos
realizarnos, donde podamos crecer, donde podamos ser felices. Sin embargo, le
tememos al cambio, preferimos repetir el camino conocido, ese que inclina
nuestra mirada, que nos encorva, hemos creado una vida que no nos gusta, que
nos separa y que nos condena a la infelicidad, construimos nuestro destino
individual sobre las espaldas de los otros y nuestra mayor tragedia en creer
que eso es lo que hay que hacer, que eso es lo correcto.
Se imaginan si cada ser humano,
decidiera conectarse con lo mejor de los otros, si eligiéramos construir desde
y hacia lo virtuoso de cada uno de nosotros; se imaginan lo que podría ocurrir si dejáramos de
competir destructivamente, de excluirnos y comenzáramos verdaderamente a cooperar, a construir
juntos...
Que pasaría si nos atreviéramos de vez
en cuando a encontrarle la razón a los otros? y si le enseñáramos a
nuestros hijos a amar lo que hacen, lo que estudian, lo que aprenden, en vez de
obligarlos a ser los primeros a sacarse buenas notas? y si en los
colegios del mundo enseñaran que el liderazgo es la articulación de los
talentos y no la imposición de la voluntad sobre el otro? se imaginan un mundo
donde el respeto por el otro sea el mayor reflejo de nuestra dignidad? que podría pasar si nos atreviéramos a reconocer nuestros errores, a perdonarnos, si
nos atreviéramos a confiar el uno en el otro, a dejar de auto engañarnos, a ser
verdaderamente sinceros, a compartir, a ser justos…
Transformar nuestra vida, ser soberanos
de nuestra existencia comienza con nosotros, con nuestra voluntad de estar
presentes, de recuperar la mirada, comienza con la voluntad de crear puentes,
de hacer lo que es humanamente correcto, con atrevernos a no vivir en el miedo,
comienza con construir nuevos modelos , nuevos relatos sobre nosotros mismos.
La felicidad es posible porque depende
de ti, de mí, de cada uno de nosotros.
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