Resiliencia, el arte de rehacerse
Hablar
de resiliencia se ha puesto de moda y se considera como un salvavidas
psicológico en el momento actual.
Efectivamente es una característica positiva de la personalidad que permite la
adaptación del individuo a un entorno adverso.
Resiliencia es un término poco conocido y
aún tardará tiempo en abrirse camino, aunque ya fue aceptado por la RAE desde
finales del 2010. Los expertos en metalurgia lo han usado frecuentemente para referirse a la capacidad de cada
material de recuperar su forma original después recibir un impacto o ser
golpeado, presionado, doblado, estirado o comprimido. El mismo término referido
a la persona se puede aplicar como la capacidad de
recuperación de una enfermedad o de un golpe de la vida, saliendo fortalecido
de esta circunstancia adversa. Esto implica un enfoque positivo en el
desarrollo de la personalidad.
En el ámbito deportivo se entiende aún mejor. Todos y cada uno de
los que triunfan han pasado por retos increíbles, demostrando la capacidad de
levantarse muchas veces de sus propias cenizas.
Esta
capacidad, que algunos individuos desarrollan de forma innata, se ha demostrado
que también puede ser adquirida trabajando sobre las dimensiones que
constituyen su base, pero el resultado que queremos
conseguir no es solo la suma de cualidades, sino la capacidad de reconstrucción
del individuo sobre las dificultades, de sentirse capaz de superar esas
situaciones adversas encontrando el sentido de la vida y buscando en los
acontecimientos el significado para pasar de sentirse una víctima pasiva de las
circunstancias a recomenzar y ser sujeto activo y protagonista de su
experiencia.
Precisamente en tiempos de crisis es cuando se desarrolla más la
resiliencia. Sabemos que el ser humano crece en la adversidad. La dificultad es
necesaria en sí misma para el desarrollo, de tal manera que éste no existiría a
falta de contrariedades porque no se aprende a moldear la respuesta adecuada.
Por ese motivo, no es buena la actitud generalizada actualmente de huir o
evitar a toda costa el sufrimiento, porque esto no favorece un desarrollo
maduro de las personas, y menos de los hijos que están en crecimiento físico y
psicológico. Solucionarles todas las dificultades es condenarles en el futuro a
ser seres vulnerables, con poca capacidad de afrontar la frustración y las
emociones negativas, que expresadas hacia fuera provocan con frecuencia
agresividad y si se expresan hacia dentro se convierten en sentimientos de
víctimización y tendencias depresivas.
El hombre no puede vivir si no mira al futuro y con frecuencia
esto constituye su salvación en momentos difíciles. Hoy la European Brain
Council habla del crecimiento de los trastornos mentales y neurológicos que
suponen un coste medio en Europa de 386 billones de euros al año[i]. Muchos tienen en su base
una personalidad poco estructurada y está comprobado que es posible desarrollar
recursos para tener mayor resiliencia y saber afrontar la adversidad. Este
sistema de prevención sería más rentable porque ahorraría mucho sufrimiento
humano y tendría menor coste económico.
Si solo vemos en la dificultad la cara negativa del sufrimiento,
lo apartaremos radicalmente de nuestra vida y de las vidas de los nuestros,
pero ese camino es el mayor riesgo para hacer una sociedad muy vulnerable, sin
respuestas ante los retos que nos depare el futuro.
Ante cualquier acontecimiento adverso podemos actuar, reflexionar,
compartir y cambiar. Podemos elegir un nuevo camino para rehacernos. El ser
humano inteligente, sabe crear el espacio para convertir la crisis en
oportunidad siempre que tenga presente la esperanza de futuro. Si cree que no
puede hacerlo nunca lo intentará.
Esta capacidad tiene mucho que ver con el desarrollo de la
inteligencia emocional, que es clave para adaptarse a situaciones de cambio, ya
sea en el terreno personal o laboral. La capacidad de conocer y manejar
nuestras emociones nos da un gran poder sobre nosotros mismos que es de vital
importancia para conseguir los objetivos que nos proponemos.
Cuando no se puede cambiar una situación lo que hay que cambiar es
la manera de afrontarla y está demostrado que en la vida no sobreviven los más
fuertes, sino los que mejor se adaptan porque saben manejar mejor el estrés,
sufren menos y buscan decididamente la salida.
(1) Rafaela Santos es Psiquiatra
Presidenta del Instituto Español de Resiliencia (IER)
y de la Fundación Humanae
Comentarios