El Ocio y la Virtud


por Marcelo Vázquez Avila

¿Qué hace cuando no tiene nada que hacer?
 La pregunta suena un poco rebuscada y la respuesta parece obvia, pero si hay algo que revela cómo es realmente una persona, es eso: lo que hace cuando no tiene nada que hacer. Cuando la necesidad o la obligación urgen, todo el mundo se mueve. En cambio, cuando no hay presiones externas, ni obligaciones o necesidades, entonces aflora lo que realmente hay dentro.

Hay personas que cuando no se ven empujadas a hacer algo, gravitan inevitablemente hacia el televisor, otros derivan hacia internet o hacia juegos de computador. Al parecer algunos tienen como opción predeterminada la búsqueda de noticias esperando que algo ocurra que interrumpa el aburrimiento (ese afán de novedades que menciona Heidegger). Unos pocos hacen deporte en cada momento libre y otros escuchan música. Siempre están los que se desesperan o se ven invadidos por una especie de angustia cuando se ven enfrentados a un período de tiempo sin nada que hacer.

Hacia dónde va sola la imaginación cuando no está sujeta manifiesta qué es lo que hay dentro de una cada uno: dónde está su tesoro, qué quiere de su vida. Es triste comprobar que para algunos no hay nada de eso, cuando hay tiempo libre sólo quieren un escape del aburrimiento que, en el fondo, les produce la vida misma. Es el vacío existencial de una vida sin sentido.

Es poco el tiempo libre pero de vez en cuando lo hay. Suele haberlo más abundantemente en los meses de vacaciones de verano. Para quien vive en función de factores externos estos tiempos libres pueden llegar hasta provocar ansiedad y a la vez tedio. No en vano hablaba el psiquiatra Viktor Frankl de la “neurosis del domingo”.

Sumergirse en alguna cosa que sea un escape de la realidad, como lo es jugar días enteros un juego de computador, hacer zapping durante horas mientras la mente está en blanco o simplemente no saber pasar un buen rato sin emborracharse, es una señal de que es el momento de pararse frente a la propia vida, mirarla a la cara y preguntarse qué se espera de ella, qué proyecto se tiene, cuál es sería su sentido.

La respuesta nunca será inmediata pero la búsqueda ya es el comienzo para encontrarla. No es fácil hacer esto tampoco: es desagradable examinarse a uno mismo y darse cuenta de que no se está pleno, de que se vive a medias. Es tentador buscar algo que ahogue el silencio que necesita la reflexión para no tener que pasar por este desagrado (¿de ahí la ubicuidad de la música a alto volumen?). Pero una vida así sería una vida vivida casi en vano.

Para no embarcarse en esta difícil tarea sin compañía se puede buscar algún apoyo como “El ocio y la vida intelectual” de J. Pieper, "El Principito" de Saint Exupéry o el mismo “Hombre en busca de sentido”, de Viktor Frankl.

Cualquiera de ellos puede ser un buen punto de partida. En vacaciones puede hasta sobrar el tiempo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Más preguntas que respuestas, asertividad

Cómo descubrir a un incompetente

‘Millennials’ y ‘Centennials’, dos generaciones que valen billones