Queremos otros Liderazgos



Por Marcelo Vázquez Ávila

El liderazgo se construye desde la toma de conciencia de nuestro talento y el entrenamiento constante y disciplinado. El talento es para quien se lo trabaja

Hace unos años atrás, la Madre Teresa de Calcuta se dirigió así a un grupo de directivos en un congreso internacional de management sobre la arquitectura del cambio en San Francisco: “¿Queréis que haya cambio? ¿Queréis que vuestra gente cambie? ¿Les conocéis? ¿Les amáis? Si no conocéis profundamente a vuestra gente no habrá entendimiento entre vosotros, y sin entendimiento no habrá confianza. ¿Amáis a vuestra gente? ¿Hay amor en lo que hacéis? Si no hay amor en vosotros no habrá poder ni fortaleza en vuestra gente. Si no hay fortaleza no hay pasión. Sin fortaleza ni pasión nadie se arriesgará. Y sin asumir riesgos nada cambiará”.

Si desmenuzamos la intervención de la madre Teresa y la aterrizamos -aunque ya está bastante aterrizada, por cierto-  de lo que nos está hablando es de que el capital más valioso de cualquier grupo es el potencial de las fortalezas de cada uno de ellos. No es solo la persona. Es conocer profundamente el poder del ser humano.

Todos, absolutamente todos, somos capaces de desarrollar nuestras capacidades si buscamos las oportunidades,  procuramos situarnos en el lugar indicado y saber colocar a los demás en si sitio más adecuado. Pero para poder lograr esto, debemos conocer profundamente a cada una de esas personas.
Existen muchas personas con responsabilidad en las organizaciones que son tremendamente tóxicas ya que no prestan atención ni tiempo suficiente a conocer a sus equipos, a amarles, que no es otra cosa que aceptar sus limitaciones y acompañarles en el desarrollo de sus fortalezas. Porque es ahí desde donde se puede desarrollar a una persona.

Sin  fortaleza ni pasión nadie se arriesgará.

El liderazgo se construye desde la toma de conciencia de nuestro talento y el entrenamiento constante y disciplinado. El talento es para quien se lo trabaja. La capacidad que tenemos debemos entrenarla con pasión. Cuando hablamos de pasión estamos refiriéndonos a aquello que deseamos y que activa nuestro movimiento. Nuestro motivo para actuar, nuestra motivación.

Los cambios se producen cuando pongo en acción aquello que me hace diferente y en lo que soy bueno. Aquello que me hace disfrutar y fluir. Lo demás es una perdida de tiempo.

Solo podemos influir en los demás si somos capaces de inspirarles con nuestra fortaleza y nuestra pasión pero poniéndoles como protagonistas. Si nuestro ego prevalece entonces todos los esfuerzos son vanos.

Pero la realidad es que no basta con adaptarse al cambio y superar retos y dificultades. Debemos imaginar posibilidades y generar nuevas formas de mirar el mundo.

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