Vivir la vida con sentido
por Marcelo Vazquez Avila
Cada época trae sus propias neurosis y esta es una época
de neurosis de índole espiritual. La sociedad de consumo, la violencia, las
guerras, la situación de crisis económica, el exceso de información, hacen que
el ser humano pierda el sentido de su existencia y vivencie el vacío
espiritual.
Ante esos hechos que se nos
presentan como amenazas, vivir nuestra vida con un sentido es una alternativa.
La mejor alternativa. Podemos escoger ver la vida con el propósito de encontrar
un motivo y seguirlo. Más allá de la
mera diversión. En contra de huir de los problemas, o de magnificarlos
viéndonos atrapados por ellos, se trata más bien, de encontrar un por qué me
pasa esto, y para qué me debe estar pasando. Como motor de cambio y mejora. Es
como si tuviéramos goteras en la casa. Una alternativa es lamentarnos, o
echarle la culpa a la lluvia, o repararlo sin pensar. Pero cuando se repite el
problema, o bien, tenemos crisis diferentes, una tras otra, "cuando no me
pasa esto, me pasa lo otro...", entonces podemos plantearnos que por algo
será, que tenemos goteras. Y podemos meditar sobre ello, encontrar distintas
soluciones, llevar a cabo reparaciones más profundas en nuestro Ser, y de esta
manera, mejorar notablemente. Posteriormente las crisis cobrarán un sentido de
oportunidad de mejora, y para eso nos pasan. Esta elección de ver la vida, es
lo que aboga la Psicología
positiva, la Logoterapia ,
y también -como cada vez mas- desde los aportes de la neurociencia, lo que nos
hace felices, es el camino a través del cual perseguimos un objetivo, encontrarle un propósito a lo que estamos
haciendo, no ya de conseguirlo.
Francesc Torralba en su libro
sobre el sentido de la vida nos dice: «para dotarla de sentido, no hace falta
tener muchas interacciones, ni conocer muchas personas, ni disfrutar de una
gran vida social. Lo único que hace falta es profundizar en los vínculos, ir al
fondo y darse cuenta de los misterios que esconde el otro y que, solamente, si
se exploran con delicadeza, querrá mostrarlos. No es la cantidad de relaciones
lo que da sentido a la vida, sino la calidad de vínculos, la exquisitez del
trato que somos capaces de dispensar.» Para poder tener vínculos de calidad,
para poder ayudar a una persona que esté viviendo un momento agonizante y
traumático, es necesario hacerlo resurgir al mundo de los seres vivos. Y esto
no es posible si no hay un proceso de construcción de sentido. Entonces sí que
hay porqués.
Cuando hay la capacidad de
traducir en palabras, en representaciones verbales susceptibles de ser
compartidas, las imágenes y emociones experimentadas; cuando posibilitamos
otorgar sentido a todo, las volvemos a integrar a nuestra comunidad de vida,
las conferimos humanidad. Esta construcción de sentido permite recuperar el
sentimiento de pertenencia a un grupo que ampara las mismas palabras, las
mismas imágenes y las mismas explicaciones. ¿Podré algún día ser feliz a pesar
de todo lo que me ha pasado? Sí, por supuesto.
La resiliencia se edifica
sobre este otorgamiento de sentido. Dar un sentido a la vida constituye un
elemento esencial que permite a la persona que ha padecido una agresión
sobreponerse a sus dificultades.
Cuando la búsqueda de sentido
tiene un desenlace favorable, entonces, la persona herida puede avanzar en su
proceso de transformación. Al contrario, si esta búsqueda continúa
indefinidamente sin respuesta, sólo encontraremos una herida que nunca
cicatrizará: la sensación de desasosiego y el dolor persistirá por mucho
tiempo.
Hay una historia muy conocida
pero no por ello menos clarificadora sobre la importancia de poseer un sentido
que se atribuye al escritor y poeta francés Charles Péguy: «Charles iba en
peregrinación a la catedral de Chartres. En el camino se encontró un hombre
picando piedras, malhumorado y furioso. ¿Y usted que está haciendo?, pregunta
el escritor. Ya lo ve, pico piedras. Tengo sed, me duele la columna, lo perdí
todo, soy una subespecie humana que hace este trabajo miserable. Siguió
caminando y se encontró con otro hombre picando piedras. Repite la misma
pregunta y éste le contesta: Yo me gano la vida con este trabajo, estoy
relativamente satisfecho. Se encuentra con una tercera persona contenta que
ante la misma pregunta, le contesta sonriendo y ufano: Aquí estoy, construyendo
una catedral. Esa misma piedra desprovista de sentido acaba teniendo todo el
sentido del mundo si le sabemos otorgar.»
Víktor Frankl es un claro
ejemplo de persona resiliente. Frankl decía que cada época trae sus propias
neurosis y que esta es una época de neurosis de índole espiritual, la sociedad
de consumo, la violencia, las guerra, la situación de crisis económica, la
tecnología hacen que el ser humano pierda el sentido de su existencia y
vivencie el vacío espiritual.
Víktor Frankl nacido en Viena
en el marco de una familia judía, fue hecho prisionero por el régimen nazi
juntamente con su esposa y sus padres en el otoño de 1942 y fue deportado al
campo de concentración de Theresienstdten. En 1944 fue trasladado a Auschwitz y
Dachau. Sobrevivió a ese horror al ser liberado el 27 de abril de 1945 por el
ejército norteamericano. Su esposa y sus padres murieron en los campos de
concentración.
Después de su liberación
vuelve a Viena y escribe su libro “El hombre en búsqueda de sentido” donde
describe su vida como prisionero. En esta obra reconoce que, incluso, en las
condiciones más extremas de deshumanización y sufrimiento, el ser humano puede
encontrar un sentido a su existencia. Más aún, en los campos de concentración,
quien perdía el sentido de la vida tenía pocas posibilidades de sobrevivir. “Una
persona que se proyecta hacia un sentido, que ha adoptado un compromiso por él,
que lo percibe desde una posición de responsabilidad, tendrá una posibilidad de
supervivencia incomparablemente mayor en situaciones límite que la del resto de
la gente normal”.
Si conocemos el porqué de nuestra vida, podremos soportar
todos los «cómos» a los cuales estamos sometidos. El sentido devuelve a la persona inmersa en situaciones trágicas a
abrirse a los aspectos positivos de la existencia.
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