Mejor Imposible (As Good as its Gets)
por Marcelo Vázquez Avila
La película de James Brooks, inspiradora de un respeto inefable hacia la persona humana...
La escucha profunda
comienza con el respeto. Respetar significa,
entre otras cosas,
honrar los límites de la gente, ser sensibles a ellos
sin tratar de forzarlos,
sin querer que se adapten a nuestras propias
ideas.
Respetar significa
también no distanciarse de las personas cuando dicen algo que no nos gusta. Respetar es,
por último, comprender que muchos pueden enseñarnos algo.Para un
diálogo efectivo es imprescindible desarrollar nuestra capacidad de escucha.
Escuchar no sólo es seguir con atención el flujo de palabras, sino abrazar,
aceptar y gradualmente dejar de lado nuestro propio clamor interior.
Conforme
exploramos nuestra capacidad de escucha, descubriremos que se trata de una
actividad expansiva. Nos permitirá percibir de una forma más directa las
diferentes maneras en que participamos en el mundo que nos rodea.
Pero escuchar,
algo que a menudo damos por sentado, no es fácil, y raramente estamos
preparados para ello. Cuando intentamos realmente escuchar, descubrimos
que resulta extraordinariamente difícil, porque siempre estamos proyectando
nuestras opiniones e ideas, nuestros prejuicios, nuestro pasado, nuestros
deseos o impulsos. Cuando estas voces son dominantes, apenas podemos escuchar
lo que realmente se está hablando. Ese estado no tiene ningún valor para la
escucha. Una persona escucha, y por tanto aprende, sólo cuando se coloca en un
estado de atención, de silencio, en el que todo este ruido de fondo permanece
suspendido, quieto. Sólo entonces, en mi opinión, es posible llegar a dialogar.
Escuchar es,
por tanto, desarrollar un silencio interior. No es un hábito familiar para la
mayoría de nosotros. A menudo, prestamos más atención a lo que ocurre dentro de
nosotros, cuando lo que realmente se requiere es una cierta disciplina para el
olvido, y poder crear así el espacio necesario en el que se puede dar la
escucha.
Aprender a
escuchar comienza por reconocer nuestra actual manera de hacerlo. Es necesario desaprender.
Normalmente no somos muy conscientes de cómo escuchamos. Podemos empezar,
escuchándonos primero a nosotros mismos y a nuestras propias reacciones.
Intenta identificar con cuidado lo que sientes. Si llegas a percibir tus
propios sentimientos, podrás conectar más fácilmente con tu corazón y con tu
propia experiencia. Para aprender a estar presentes, tenemos que aprender a
reconocer nuestros sentimientos en cada instante.
La falta de un
canal adecuado para expresar nuestro sentir parece obvia si observamos la
tensión que se genera en muchas de nuestras comunicaciones y que distancia por
igual a padres e hijos, marido y mujer, amigos y a los colegas de la
empresa en la que trabajamos.
Nos hemos
vuelto unos expertos en enviar algunos de nuestras sentimientos, como el miedo,
la desesperanza, la frustración, al sótano de nuestra casa y pensamos que se
quedarían allí, quietecitos y sin protestar. Sin embargo llega un momento en
que esa emocionalidad se escapa, sale como un torbellino, desproporcionada a su
causa, arrasando y destruyendo lo que encuentra a su paso, aunque sea una
relación muy querida. La falta de destreza en la gestión de nuestras emociones
ha venido a ser una de las principales causas por las que enfermamos hasta
asociarse a un aumento del colesterol y de los triglicéridos en sangre. Pienso
que el hablar claro en el momento preciso y de manera directa es clave.
Hemos de aprender a conversar, para tener la
confianza necesaria y poder escuchar lo que ha de ser escuchado y expresar la
sinceras emociones que queremos transmitir para que exista comprensión y
conexión en nuestros diálogos.
Comentarios
Recuerdo un profesor que nos dijo que, algunos alumnos tenían un dispositivo interno, que hacía que cuando levantaban la mano para pedir la palabra, automáticamente se les cerraban los oídos y ya no escuchaban más...
Abrazo grande, Juan