Sindrome postvacacional
por Marcelo Vazquez Avila
El líder del cambio
Estrés o síndrome postvacacional son términos que hacen referencia al
proceso de estrés que tenemos que afrontar tras las vacaciones, para readaptarnos
de nuevo a las obligaciones laborales, al cambio de estilo de vida que supone,
etc. Son términos surgidos de manera popular, que se utilizan mucho, debido al
amplio eco que suelen tener todos los años, sobre todo a finales de agosto y primeros
de septiembre, en los medios de comunicación.
El estrés es un proceso normal de adaptación a las demandas del ambiente.
Cuando tenemos que adaptarnos a nuevas demandas experimentamos una serie de
cambios o reacciones a nivel corporal o físico, a nivel mental o cognitivo, así
como a nivel conductual. Estos cambios se caracterizan por la activación,
aceleración de funciones, o puesta en marcha de nuevos recursos, con el fin de
tratar de dar respuesta a dichas demandas.
Los cambios son complejos. Eso es un hecho de la vida. Incluso en la
existencia individual, el simple hecho de enfrentar el cambio de las
estaciones, con las modificaciones fisiológicas y la cadena de reacciones provoca
en cada uno problemas de adaptación a las nuevas circunstancias.
En las organizaciones esas dificultades se
multiplican no sólo debido a que se deben conjugar los intereses y necesidades
de más personas y alinearlas con un objetivo común, sino por las
características de sus líderes y su capacidad de articular esas condiciones y
propender hacia el cambio.
Cuando intentamos cambiar algo de nosotros solemos
empezar a manipularnos, entramos en la exigencia que tan a menudo nos hace
sentir culpables y solemos entrar en guerra con esa parte
de nosotros que quiere cambiar y la que se resiste al cambio.
Aun cuando conseguimos un cambio desde ahí, el precio suele ser el conflicto y
la confusión. Generalmente, cuanto más tratamos de cambiar más difícil se torna
la situación. Aquello que forzamos se inhibe y el cambio real parece resistirse
más y más. Paradójicamente, al actuar de esta manera, alimentamos precisamente
aquello que queremos dejar atrás.
Desde
la Gestalt se entiende que es más productivo tomar conciencia, darse cuenta de cómo está ahora uno mismo,
que tratar de cambiar o evitar algo de mí que no me gusta. Cuando uno se pone
de verdad en contacto con su propia vivencia, cuando puede mirarse sin juicio,
descubre que el cambio puede producirse por sí solo, sin esfuerzo ni demasiada
planificación.
Vamos a poner un ejemplo de
todo ello. Supongamos que siento miedo de hablar en público. Si me fuerzo a no
sentir miedo, seguramente lo que pasará es que estaré energetizando el miedo,
le estaré dando fuerza. Es posible que me ponga a prueba para intentar
demostrarme que no tengo miedo y me retaré a hablar delante de más y más gente.
Seguramente lo pasaré mal y seguramente el miedo en vez de decrecer, crecerá, se
hará más presente, ocupará todavía más espacio en mi vida.
Si por el contrario, lejos de obligarme a no
sentir miedo por hablar en público, me acepto miedoso en esta cuestión, el asunto perderá fuerza. Dejaré de
luchar contra ello y de sentirme tan mal porque me de miedo hablar en público,
sencillamente me sabré miedoso. Desde ahí, desde el no juzgarme por ello, desde
el poder aceptarme así, puedo empezar a dar luz al asunto. Y eso es
ir viendo cual es el miedo, más allá de lo obvio. Es ir viendo de dónde viene ese miedo,
cómo es, que color tiene, que cara o caras presenta. Y así le voy conociendo y
lo que se vuelve conocido como que da menos miedo.
Cuando le podemos ver la cara, aunque ésta no sea
muy amable, por lo menos sabemos a qué nos enfrentamos. Y es que el miedo
más grande es a lo desconocido, por tanto cuanto más pueda conocer de él, menos
miedo habrá. Se trata, entonces, de menos
exigencia y de más conciencia. Y desde ahí los cambios se producirán. Bien es
cierto que no son cambios rápidos y no lo son porque necesitamos ir asumiéndolos,
ir haciéndolos nuestros.
EL hecho es que vivimos
en un día a día cargado de infinitas oportunidades, pero realmente: ¿somos
capaces de percibirlas?, ¿Experimentamos el nivel de satisfacción que nos gustaría?,
¿Somos conocedores de las variables que están incidiendo directamente en nuestros
resultados?
¿Hemos desarrollado un plan
estratégico personal, que vaya más allá de la definición de nuestras metas, y
que nos catapulte hacia el propósito que deseamos?
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