El ocio y el Negocio
por Marcelo Vazquez Avila
Disfrutamos de ‘paréntesis
creativos’ cuando la mente se desengancha de los problemas.
Aquí la
ciencia va contra aquellos que viven convencidos de que siempre es rentable que
se les vea en su puesto de trabajo hasta la hora que sea, aunque realmente no
hagan nada productivo en la oficina. Esto, básicamente, es insano y poco
inteligente.
The New York Times cita la
investigación de Sabine Schaefer, experta del Max Planck Institute for Human
Development de Alemania, quien valora los efectos positivos de levantarse
periódicamente del puesto de trabajo y caminar cuando se realiza una actividad
intelectual. La investigadora coincide con aquellos que aseguran que ciertas
pequeñas distracciones en la oficina, lejos de ser una pérdida de tiempo,
aumentan la productividad.
Tambien argumenta que “si la
gente hace bien su trabajo, no debería preocuparnos que existieran ciertas
distracciones”. Según ella, “lo último que una empresa debería hacer es
establecer una regulación que restrinja las actividades lúdicas en horario de
trabajo”. Un estudio de The British Psychological Society apoya las tesis de
Schaefer al asegurar que esas distracciones –levantarse del sitio en este caso–
incrementa los recursos de energía, que pueden invertirse en pensar.
Los expertos sugieren que
permanecer encadenado a la mesa de trabajo no tiene demasiadas ventajas. La
ciencia muestra que a menudo disfrutamos de paréntesis creativos cuando nuestra
mente se desengancha del problema contra el que estamos luchando o tratamos de
resolver, y las grandes ideas y soluciones llegan en ese momento de relax.
Conviene desconectar cada dos horas, porque a partir de los 90 minutos
nuestra atención cae. Fisiológicamente, estamos agotados y cortar un poco nos
permite volver con más atención y eficiencia. Nunca ha sido bueno confundir
estar con producir. La disquisición sobre las horas que debemos pasar en el
trabajo tiene que ver con algunos estudios que extraen conclusiones científicas
sobre el uso que hacemos de nuestro tiempo, y la implicación de este en nuestra
existencia.
Determinadas investigaciones
suelen tener un éxito asegurado. ¿Cuánto tiempo hay que estar en la oficina? La
respuesta es... depende. Sólo compensa en aquellos entornos en los que está
bien visto quedarse hasta el final, donde la mera presencia se confunde con la
profesionalidad.
El mismo estudio reciente y otros
de las universidades de Harvard y Louisiana State, publicados en el British
Medical Journal, demuestran que limitar los momentos que pasamos frente al
televisor a un máximo de dos horas al día podría alargar nuestra vida en un año
y tres meses.
Si las conclusiones se refieren a
nuestro consumo de tiempo en horas de oficina, el interés es mucho mayor: The
New York Times publicaba recientemente los resultados de otras investigaciones
científicas que aseguran que, al quedarnos sentados todo el día –en la oficina,
por ejemplo– la actividad de los músculos decrece y esto provoca una cascada de
efectos nocivos para el metabolismo.
Naturalmente, el ocio es un arte.
Casi todos saben trabajar. Poquísimos son los que saben quedarse sin hacer
nada. Y eso es debido al hecho de que a todos nos enseñaron a trabajar, pero
nadie nos enseñó a quedarnos sin hacer nada. Para quedar sin hacer nada son
necesarios los lugares correctos. En palabras de Domenico De Masi “se pueden
crear grandes centros culturales y de “placer”, pero en ellos descansamos como
si estuviéramos trabajando”. De acuerdo con la visión de De Masi, el ocio “sólo adquiere algún valor en
nuestra sociedad cuando se hace útil, funcional, aliviando el cansancio
proporcionado por el trabajo”.
Aquí los autores y expertos
discrepan: mientras los estudios publicados en el British Medical Journal
aseguran que tres horas al día de actividad física aumentan nuestra esperanza
de vida una media de dos años, las conclusiones que aparecen en The New York
Times afirman que poco importa el ejercicio que hagamos, porque la actividad
física no compensa el daño de un sedentarismo excesivo en el puesto de trabajo.
Esto no sólo puede llevarnos a ser más obesos...
También nos vuelve más estúpidos.
El sedentarismo irracional en el
puesto de trabajo
no sólo es insano... También
resulta poco inteligente.
Es propio de quienes confunden
estar con producir.
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