El pasado observado y el futuro imaginado





por Marcelo Vazquez Avila
Esta semana con motivo de unos talleres que estoy dando con el titulo “Disrupción1 y Crisis” en una empresa a la que admiro y quiero, he tenido la oportunidad de pedirles y recibir de los participantes una carta, relatándome un suceso real -y no muy lejano- e insatisfactorio a su juicio, de su vida profesional o personal en el que me contaran su emocionalidad en el momento en el que ocurrieron los hechos.

De allí podía yo, con esos hechos, encarar el approach mas cercano a sus realidades, para observar, interpretar y gestionar la propia emocionalidad de los participantes.

Para el profesor es imprescindible conocer a sus alumnos (en este caso altos directivos), visualizarlos como seres únicos respetando sus diferencias y virtudes; ver en cada uno, el gran potencial que poseen, validarlos acorde con sus fortalezas y los logros que están obteniendo en su trabajo y durante la propia experiencia de formación y desarrollo.
Algo particular de ser maestro es que los años de experiencia me han ido revelando que cuanto más enseño a mis alumnos, más aprendo de ellos. Esto surge cuando conscientemente te enfocas en descubrir sus valores, a respetarlos como seres individuales pensantes y a validar su potencial para aprender, descubrir y crear.
He aprendido mucho de ellos, y lo sigo haciendo hoy. Con el permiso de los aludidos, en este artículo quiero traer a mi pluma algunas de las anécdotas y comentarios que me servirán para entrelazar algunos conceptos, que creo, interesante considerar en esta situación de disrupción y crisis por la que estamos atravesando.

El caso de Ana

“Desde que recibí la invitación a escribir una situación incómoda por la que haya pasado, te cuento que me costó encontrar el momento. Ahora sí. Los chicos están durmiendo, mi marido enfrascado en una conference call en otro cuarto y el resto de la casa en silencio.

Acabo de leer tus papeles con la consigna, creo que este espacio me ayudará y te lo agradezco.

Ha vuelto a suceder lo que otras tantas veces. Mi marido tiene aparentemente muy claro su rol en el mundo y creo que no esta dispuesto a ponerlo en peligro; cada vez que le recuerdo que la educación de los hijos también es cosa suya. Jose, mi marido, parece tener claro que ha venido al mundo para trabajar, traer dinero a casa y garantizar la subsistencia de la familia, Yo, en cambio, siento que además del trabajo -que me gusta mucho- tengo que encargarme de mis dos hijos, tengo que ser una profesional de primera y ¿sabes que? Al final, tengo la impresión de que no soy ni una cosa ni la otra. Cuando pienso en la vida de mi marido, lo envidio, pero por otro pienso que es un esclavo, porque no lo deja un minuto para pensar en su vida, en su mujer y en sus hijos. Y eso me duele. Tengo la impresión de que cuando cuido de los demás, aquí te sumo a mis padres, no tiene ningún valor en la sociedad, por lo tanto ningún reconocimiento económico. ¡Mi trabajo interno no luce! La inversión no vale la pena… Cuando consigo una hora para mí, no tardo mucho en oír la voz de un espíritu maligno (al que yo lo llamo mi ego) que me califica de individualista y desagradecida, allí abandono mi territorio para entregarme a los demás porque allí debo ser útil.

Quiero creer que ese tiempo cedido a los demás no es tiempo perdido. Me digo a mi misma que es valioso dedicar horas a mi familia, estar por Skype de reunión en reunión cargando con las preocupaciones y tensiones de los demás, escuchar la perorata de la psicopedagoga de mis hijos, soportar las exigencias de sus maestras, las llamadas diarias a mis padres, etc. A veces me siento estúpida y ridícula, creo que debería pensar mas en mí misma y en mi futuro profesional.

Ya lo ves, estoy confundida y frustrada, me siento sola contra el mundo. ¿estoy perdiendo el tiempo? ¿Estoy desperdiciando los mejores años de mi vida? ¿Será que me esta pasando factura mi perfeccionismo?  Quiero tenerlo todo controlado y me da mucha ansiedad la incertidumbre, lo que altera mis planes y mi programación. Cuando las cosas no salen como espero me frustro.  Quiero hacerlo todo a la perfección, soy muy exigente conmigo misma y con los demás, ¡porque espero un trabajo con excelencia! Fui educada así y lo llevo conmigo a todos lados.

Acabamos discutiendo y las emociones que surgieron esta vez fueron de bronca y desasosiego, una gran impotencia, me sentía destrozada por no hacerme entender y que él cambiara alguna vez su postura al respecto. Sentía que me cambiaba la expresión de la cara, aunque no me veía, mi voz se oía entrecortada y tenía un malestar general en el cuerpo entero. 

Confío en que el taller de mañana me de alguna luz y espero que esta historia que logré volcar en el papel de una sola vez me de algo de luz para verme a mi misma de una forma nueva, miedo me da, y poder vislumbrar la luz al final del túnel. No me gustaría que pensaras que todo es negro; también tengo momentos de alegría cundo logro ver que lo que hago da los frutos esperados".



Estimadísima Ana

Como decís muy bien yo también confío en que con tus pensamientos y emociones tan claramente expuestas -también con las de tus compañeros- podamos observarnos, interpretar lo que nos dicen las emociones y encontrar el camino para cambiar aquellos modelos mentales que nos llevan a repetir acciones que no nos resultan eficientes ni satisfactorias.

Tengo un amigo que le encanta leer a Séneca y el otro día me mandaba un pensamiento del filosofo donde aconseja, que no posponga para más adelante lo que verdaderamente lo llena a uno. Existe la tendencia (primero el deber y luego el placer), a dejar para el futuro lo que nos apasiona de verdad… o ¿no puedo apasionarme con el cuidado amoroso de mis hijos y de mi familia, aunque también exista un “deber” de ser madre o padre?

No esperes a mañana para decir lo que quieras decir, para expresar lo que sientes, para abrazar al hombre al que quieres abrazar. Algunos se pasan la vida hipotecando el presente, dejando para el futuro todos sus sueños. Créeme querida Ana, hazlo ahora.

Nos vemos el miércoles


(1) Una tendencia que ha transformado la gestión empresarial. El término disrupción lo acuñó en 1995 Clay Christensen, profesor de la Harvard Business School, para referirse a la transformación de los modelos de negocios y el valor de la conexión a través de la tecnología y la innovación empresarial. 

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