Jobs, creatividad e innovación
El autor de la biografía sobre Steve Jobs, el fallecido
líder de Apple
destaca la «intuición» y los «arranques imaginativos» como
claves de su éxito.
Y sostiene que «La gente inteligente y con formación no
siempre genera innovación».
Una de las preguntas
a las que me enfrenté al escribir un post sobre Steve Jobs fue hasta qué punto
era inteligente. A primera vista, no sería un gran problema. Cabe suponer que
la respuesta obvia es que era muy, muy inteligente. Quizás merecería tres o
cuatro «muy». Después de todo, fue el líder empresarial más innovador y de
mayor éxito de nuestra época y encarnaba el sueño de Silicon Valley en toda su
extensión: creó una pequeña empresa en el garaje de sus padres y la convirtió
en la más valiosa del mundo.
Leí hace poco que un
día como cualquier otro alguien le llevó a su casa uno de esos rompecabezas de
un mono que tenía que llevar un montón de plátanos por un desierto, con una
serie de restricciones sobre lo lejos que los podía llevar y cuántos podía
cargar a la vez, y tenías que averiguar cuánto tiempo necesitaría. Parece que Jobs
realizó unas estimaciones aproximadas intuitivas, pero no mostró interés en
dilucidar el problema de forma rigurosa. Pienso que alguien como Bill Gates
habría hecho clic y hubiese dado la respuesta exacta de forma lógica en 15
segundos, y también en cómo Gates
devoraba libros de ciencia por placer durante sus vacaciones.
Por tanto, ¿era Jobs
inteligente? No de forma convencional. Pero era un genio. Puede parecer un
juego de palabras absurdo, pero en realidad su éxito pone de manifiesto una
interesante distinción entre inteligencia y genialidad. Sus arranques
imaginativos eran instintivos, inesperados y, a veces, mágicos. Los provocaba
su imaginación, no el rigor analítico. Educado en el budismo zen, llegó a
valorar la sabiduría de la experiencia por encima del análisis empírico. No
estudiaba datos ni devoraba números, sino que, como un explorador, podía oler
los vientos y presentir lo que le aguardaba más adelante. Me dijo que empezó a
apreciar el poder de la intuición, en contraste con «el pensamiento racional
occidental», cuando recorría India tras dejar la universidad. «En India, la
gente del campo no usa su inteligencia como lo hacemos nosotros», afirmaba. «En
vez de ello, utiliza la intuición... La intuición es algo muy poderoso, más
poderoso que la inteligencia, en mi opinión. Eso tuvo un gran impacto sobre mi
trabajo».
La intuición de Jobs
no se basaba en un aprendizaje convencional, sino en la sabiduría experiencial.
También tenía mucha imaginación y sabía cómo aplicarla. Como dijo Einstein: «La
imaginación es más importante que el conocimiento». Einstein es, por supuesto,
el verdadero ejemplo de genio. Tuvo coetáneos que probablemente le igualaban en
capacidad intelectual pura en cuanto al procesamiento matemático y analítico.
Henri Poincaré, (1854-1912) por ejemplo, fue el primero en descubrir algunos
elementos de la relatividad especial, y David Hilbert (1862-1943) fue capaz de realizar ecuaciones para la
relatividad general en la misma época que Einstein. Pero ninguno de ellos poseía la genialidad de Einstein
para crear un arranque imaginativo completo en el centro de sus teorías.
Einstein poseía las
cualidades difíciles de encontrar de un genio, entre ellas la intuición e
imaginación que le permitían pensar de forma diferente o como decían los anuncios
de Jobs, Pensar Diferente. Aunque no
era especialmente religioso, describió esta genialidad intuitiva como la
capacidad de leer la mente de Dios. Cuando evaluaba una teoría, se preguntaba:
¿Es esta la manera en que Dios diseñaría el universo? Y manifestó su malestar
con la mecánica cuántica, que se basa en la idea de que la probabilidad
desempeña un papel en el funcionamiento del universo, al declarar que no se
podía creer que Dios jugara a los dados. En una conferencia sobre física, Niels
Bohr se vio obligado a recomendar a Einstein que dejara de decirle a Dios lo
que tenía que hacer.
Tanto Einstein como
Jobs eran unos pensadores muy visuales. El camino hacia la relatividad empezó
cuando un Einstein adolescente seguía tratando de imaginarse cómo sería viajar
junto a un haz de luz. Casi todas las tardes, Jobs pasaba tiempo
paseándose por el estudio de su brillante jefe de diseño, Jony Ive, y
tocando con sus dedos los modelos de espuma de los productos que desarrollaban.
La genialidad de
Jobs no estaba, como admiten incluso sus más devotos seguidores, en la misma
órbita cuántica que la de Einstein. Probablemente por eso sea mejor rebajar un
poco la retórica y llamarla ingeniosidad. Bill Gates es súper inteligente, pero
Steve Jobs era súper ingenioso. La primera distinción, creo, es la capacidad de
aplicar la creatividad y las sensibilidades estéticas a un reto. En el mundo de
la invención y la innovación, significa combinar la apreciación de las
humanidades con la comprensión de la ciencia, es decir, conectar el arte con la
tecnología y la poesía con los procesadores. Esa era la especialidad de Jobs.
«Siempre me consideré una persona de las artes y letras cuando era niño, pero
me gustaba la electrónica», afirmaba. «Luego leí algo que uno de mis héroes,
Edwin Land de Polaroid, dijo sobre la importancia de la gente que podía
colocarse en la intersección de las humanidades y las ciencias y decidí que era
lo que quería hacer».
La capacidad de
fusionar la creatividad y la tecnología depende de la capacidad para
encontrarse emocionalmente en sintonía con los demás. Jobs podía ser petulante
y poco amable cuando trataba con otras personas, lo que hacía que algunos
pensaran que carecía de conciencia emocional básica. En realidad, era lo
contrario. Podía evaluar a la gente, entender sus pensamientos
interiores, seducirla, intimidarla, identificar sus vulnerabilidades más
profundas, y deleitarla cuando quería. Sabía, intuitivamente, cómo crear
productos que gustaban, interfaces agradables y mensajes de mercadotecnia
atractivos.
En los anales de la
inventiva, las ideas nuevas son solo parte de la ecuación. La genialidad
necesita ejecución. De alguna manera, el ingenio de Jobs es asimilable al de
Benjamin Franklin. Entre los fundadores, Franklin no era el pensador más
profundo, pero era ingenioso. Eso dependía, en parte, de su capacidad para
intuir las relaciones entre cosas diferentes. Cuando inventó la pila,
experimentó con ella para que produjera chispas que él y sus amigos usarían
para matar a un pavo para su banquete de fin de temporada. En su diario,
registraba todas las similitudes entre esas chispas y el relámpago durante una
tormenta, y luego declaró: «Hagamos el experimento». Entonces, voló
una cometa bajo la lluvia, sacó la electricidad del cielo, y acabó inventando
el pararrayos. Como a Jobs, a Franklin le gustaba el concepto de la creatividad
aplicada: tomar ideas ingeniosas y diseños inteligentes y aplicarlos a aparatos
útiles.
Su contribución al
mundo tecnológico le convierte en uno de los grandes innovadores de los últimos
años, en un transformador de la industria. El Thomas Edison del siglo veintiuno
hizo del ordenador un artilugio simple de usar, cambió la manera de hacer
negocio con la música a través de Internet y lanzó la telefonía móvil en otra
dimensión.
Es posible que China
e India produzcan muchos pensadores analíticos rigurosos y tecnólogos
entendidos. Pero la gente inteligente y con formación no siempre genera
innovación. La ventaja de Estados Unidos, si es que sigue teniendo alguna, será
que puede producir personas que son también más creativas e imaginativas, esas
que saben cómo colocarse en la intersección entre las humanidades y las
ciencias. Esa es la fórmula para la innovación de verdad, como demostró la
carrera de Steve Jobs.
La
historia de Steve Jobs...
Estamos
hablando del fundador de Apple. Con tan sólo 27 años, Jobs gozaba del prestigio
de ser el millonario más joven en 1982, antes de que llegara la era “puntocom”.
Hijo
de una joven soltera universitaria, que decidió entregarlo en adopción, cuando
aún era un bebé, a una pareja universitaria que quería una niña, por lo que al
final no le aceptó. Steve fue ofrecido a una pareja de clase trabajadora, Paul
y Clara Jobs, este último, empleado de la compañía estatal de transporte
ferroviario.
Al
cumplir los 17 años entra a la universidad Reed College en Portland, Oregón, a
la cual asiste tan sólo 6 meses antes de decidir abandonarla debido a los altos
costos de los estudios, que sus padres apenas podían financiar. Pese a que
abandona sus estudios, continúa asistiendo como oyente a aquellas clases que le
interesaban, como por ejemplo caligrafía. Permaneció como oyente
unos 18 meses más hasta que abandona definitivamente los estudios. Curiosamente
sus estudios en caligrafía le serían de utilidad cuando diseñara la tipografía
del primer Mac. Aun no se sabe que pasó en estos años de problemas económicos y
estudios únicamente de caligrafía, pero sin tener estudios en programación, a
los 20 años inicia Apple en el garaje de sus padres junto a su amigo Steve
Wozniak. Tan sólo en 10 años logra convertir a Apple de una empresa de dos
personas en un garaje de una casa a una empresa de 4.000 empleados.
Con
tan sólo 27 años, Jobs gozaba del prestigio de ser el millonario más joven en
1982, una edad muy temprana antes de que llegara la era puntocom. Irónicamente,
a los 30 años es despedido de Apple –la empresa creada por él mismo– sin
embargo, no se rinde y crea una nueva empresa llamada NeXT y otra empresa
llamada Pixar, , compañía que creó el primer largometraje totalmente animado
por ordenador, Toy Story, y actualmente uno de los estudios de animación con
más éxito del mundo.
En
diciembre de 1996, Jobs se unió de nuevo profesionalmente a Apple cuando esta
última anunció la compra de NeXT por 400 millones de dólares.
Sin
embargo, la vida le reservaba un nuevo revés. En 2004 le diagnosticaron un
cáncer de páncreas y el médico le dio entre tres y seis meses de vida. Debía
prepararse para dejar todo atado y despedirse anticipadamente de los suyos. A
principios de 2009 anunció que padece un desequilibrio hormonal y debe
apartarse necesariamente de la compañía, delegando la mayor parte de sus
responsabilidades en Timothy D. Cook, por entonces jefe de comunicaciones. En
abril de 2009 se sometió a un trasplante de hígado. En septiembre de ese mismo
año, volvió al trabajo.
El enigmático, reservado y visionario Steve Jobs, ha muerto hoy a los 56 años, ha anunciado Apple. Jobs era mucho más que el consejero
delegado de Apple. Nunca antes una marca estuvo tan asociada a una persona.
Comentarios
Pero antes de un análisis hay una idea, esta es fruto de una inspiración, más o menos acertada, pero una idea, inicio de cualquier negocio o proyecto, algunos éxitos otros fracasos incluso ruinas.
Lo que sí es verdad que si detrás de esa inspiración existe una fuerza y una ferviente creencia en que va a funcionar las posibilidades de que se realicen aumentan. La creatividad es un don que se puede nacer o hacer, pero si no se acompaña con empuje o trabajo el final es sabido. Por eso creo que detrás de la obvia creatividad de Jobs había una fe ciega en lo que hacía, y un espíritu incansable"