La inteligencia intrapersonal
por Marcelo Vázquez Avila
La inteligencia
intrapersonal consiste, según la definición de Howard Gardner,
en el conjunto de capacidades que nos permiten
formar un modelo preciso y verídico de nosotros mismos,
así como utilizar dicho modelo para desenvolvernos de manera eficiente
en la vida.
Salovey y Mayer, los primeros en formular el concepto de
inteligencia emocional, definen cinco grandes capacidades propias de la
inteligencia emocional, de las que tres se corresponden a la inteligencia
intrapersonal. Las tres capacidades en las que se fundamenta la inteligencia
intrapersonal son las siguientes: reflexionar sobre la percepción de nuestras
emociones, determinar la causa y poder manejarlas gestionando alternativas y,
por último, actuar.
La capacidad de percibir las propias emociones
Conocer y controlar nuestras emociones es
imprescindible para poder llevar una vida satisfactoria. Sin sentir emociones
es imposible tomar decisiones, como demuestran las investigaciones realizadas
por Antonio Damasio. Para conocer y controlar nuestras emociones tenemos
primero que reconocerlas, es decir, darnos cuenta de que las estamos sintiendo.
La inteligencia emocional se basa en la capacidad de reconocer nuestros
sentimientos y saber lo que estamos sintiendo en cada momento no es tan fácil.
La percepción de las propias emociones implica saber
prestarle atención a nuestro propio estado interno. Pero normalmente estamos
más acostumbrados a practicar cómo no sentir que a sentir.
Gastamos mucha energía tratando de distanciarnos de nuestras
emociones, intentando no sentirlas, no pensar en ellas, no experimentarlas,
unas veces porque son desagradables o difíciles y otras porque no encajan con
nuestra idea de lo que debiéramos sentir.
En cualquier caso, las
actividades para aprender a notar nuestras emociones son muy
sencillas. Reconocer nuestras emociones pasa por prestarle atención a las
sensaciones físicas que provocan esas emociones. Las emociones son el punto de
intersección entre mente y cuerpo, se experimentan físicamente, pero son el
resultado de una actividad mental.
El segundo paso es aprender a identificar y distinguir unas
emociones de otras. Cuando notamos que sentimos algo y además lo identificamos
lo podemos expresar. Hablar de nuestras emociones nos ayuda a actuar sobre
ellas, a controlarlas. Expresar emociones es el primer paso para aprender a
actuar sobre ellas.
Una vez más las actividades que nos ayudan a aprender,
identificar y distinguir unas emociones de otras están al alcance
de todos. El principal obstáculo a ese aprendizaje parece ser cultural. Vivimos
en una sociedad que de alguna manera ignora las emociones.
El tercer paso es aprender a evaluar su intensidad. Si solo
notamos las emociones cuando son muy intensas estamos a su merced. Controlar
nuestras emociones siempre es más fácil cuanto menos intensas sean, por lo
tanto se trata de aprender a prestar
atención a los primeros indicios de una emoción, sin esperar a que nos
desborde.
La capacidad de controlar las propias emociones
Una vez que aprendemos a detectar nuestros sentimientos
podemos aprender a controlarlos. Hay gente que percibe sus sentimientos con
gran intensidad y claridad, pero no es capaz de controlarlos, sino que los
sentimientos le dominan y arrastran.
Todos en algún momento nos hemos dejado llevar por la ira, o
la tristeza, o la alegría. Pero no todos nos dejamos arrastrar por nuestras
emociones con la misma frecuencia.
Controlar nuestros sentimientos implica, una vez que los
hemos detectado e identificado, ser capaces de reflexionar sobre los mismos.
Reflexionar sobre lo que estamos sintiendo no es igual a emitir juicios de
valor sobre si nuestros sentimientos son buenos o malos, deseables o no
deseables.
La capacidad de actuar en consecuencia
Actuar sobre mi
proceso de pensamiento supone aceptar
mi propio papel
como creador de la emoción que siento.
Es decir, tengo
que plantearme que es posible a controlar los sentimientos,
que no son
inamovibles.
Todos tenemos la
capacidad de aprender a actuar sobre nuestras emociones,
pero ese
aprendizaje, como cualquier otro, requiere un periodo de práctica.
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