Un paralelismo entre el hombre y el vino
por Marcelo Vázquez Avila
“La gente
mayor es más capaz que las personas jóvenes de verle el lado positivo a
las situaciones adversas y de empatizar, es decir ponerse en el lugar del otro
y entenderlo, con aquellos a los que la fortuna no les sonríe”
Profesor Robert Levenson
Durante su desarrollo experimenta una evolución que le hace
llegar a su cota máxima de calidad y madurez, para luego decaer y degenerar
hasta un punto en que se dice que ese vino está perdido.
Necesitan un tiempo para crecer y transformarse y para que aparezcan todas sus
cualidades organolépticas. Necesita entonces tiempo para suavizarse. No es un
objeto de exposición, aunque a muchos aficionados les encante enseñar a los
amigos sus trofeos, sino un producto que más pronto o más tarde debería ser
consumido, compartido. Y eso le da un encanto y una calidez especial.
Durante todo el día, nuestros sentidos
están despiertos: miramos, escuchamos, tocamos, olemos y saboreamos. Nuestros
órganos sensoriales registran los estímulos olfativos, auditivos, visuales,
táctiles y gustativos de nuestro alrededor sin que seamos realmente conscientes
de ello. Sin embargo, cuando catamos un vino, procuramos analizar y memorizar
conscientemente el mayor número de sensaciones que el vino nos transmite para
poder, de este modo, aumentar nuestro conocimiento y placer.
“La gente
mayor es más capaz que las personas jóvenes de verle el lado positivo a
las situaciones adversas y de empatizar, es decir ponerse en el lugar del otro
y entenderlo, con aquellos a los que la fortuna no les sonríe”
Profesor Robert Levenson
Durante su desarrollo experimenta una evolución que le hace
llegar a su cota máxima de calidad y madurez, para luego decaer y degenerar
hasta un punto en que se dice que ese vino está perdido.
Necesitan un tiempo para crecer y transformarse y para que aparezcan todas sus cualidades organolépticas. Necesita entonces tiempo para suavizarse. No es un objeto de exposición, aunque a muchos aficionados les encante enseñar a los amigos sus trofeos, sino un producto que más pronto o más tarde debería ser consumido, compartido. Y eso le da un encanto y una calidez especial.
Durante todo el día, nuestros sentidos están despiertos: miramos, escuchamos, tocamos, olemos y saboreamos. Nuestros órganos sensoriales registran los estímulos olfativos, auditivos, visuales, táctiles y gustativos de nuestro alrededor sin que seamos realmente conscientes de ello. Sin embargo, cuando catamos un vino, procuramos analizar y memorizar conscientemente el mayor número de sensaciones que el vino nos transmite para poder, de este modo, aumentar nuestro conocimiento y placer.
El vino “nace”, “crece” y “muere” como cualquier otro ser vivo;
como el Hombre mismo.
¡Salud!
¡Salud!
Comentarios