Puerta abierta al 2026

por Marcelo Vazquez Avila
Llega un año nuevo y el cerebro, ese DJ biológico, ya está mezclando preguntas, retos y una buena dosis de “¿y ahora qué?”. La amígdala prende las alarmas, la corteza prefrontal pide café, y el hipocampo susurra: “tranqui, ya hemos pasado por aquí”. Antes de saltar al futuro, hagamos una pausa sin prisa: ¿desde qué estado mental queremos vivirlo? Porque la ciencia es clara: la experiencia no es solo lo que pasa fuera, sino lo que tu sistema nervioso hace con ello. El mismo evento puede ser amenaza o desafío según el “marco” que elijas. Eso se entrena. Vendrán baches. Todos. Habrá momentos que pongan a prueba la serenidad y la confianza. Y ahí entra tu neurogimnasio: - Respirar lento es como pulsar “modo parasimpático”: baja el cortisol, sube la claridad. - Nombrar lo que sientes regula la amígdala: “lo que se nombra, se doma”. - Mirar lo bueno no es naïf: es plasticidad. Neuronas que se disparan juntas, se conectan juntas. La diferencia no estará solo en lo que ocurra, sino en cómo tejamos significado, en la historia que nos contamos y en la postura con la que el cerebro se sienta a la mesa del día. Curiosidad por encima del miedo; gratitud como antídoto de la rumiación; microhábitos que le digan al cuerpo: “estamos a salvo, podemos crear”. Que los desafíos no nos paren: que activen nuestra mejor versión, esa en la que el prefrontal lidera con calma, el corazón marca el ritmo, y la amígdala aprende a bailar sin pisarnos los pies. Que 2026 nos encuentre presentes, entrenando la atención, afinando la alegría y abriendo la puerta con una sonrisa dopaminérgica y un plan sereno. Feliz 2026. Que tu cerebro te acompañe (y tú le enseñes el camino).

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