Vivir apresuradamente
El ser humano es, por definición, un ser social que tiende a establecer vínculos, a formar comunidades y a crear redes. Esto exige una cierta capacidad de acción que define a la misma condición humana. La persona es persona en cuanto que actúa, claro que no nos referimos a cualquier obra sino a través de una acción consciente (K. Wojtyla).
El ser humano, en
tanto que ser reflexivo y autoconsciente, es capaz, también, de tomar distancia,
de su agitado y loco entorno y de su misma vida, anhelando espacios de para
reencontrarse y no perderse.
Todos vamos con prisa, tenemos la sensación de
no llegar. ¿Por qué corremos tanto? ¿Adónde vamos? ¿Qué o quién nos espera?
La etapa de la vida que estamos viviendo esta
llena de obligaciones: cuidar de nuestros hijos y asegurarnos su incierto
futuro, cuidar de los padres que se han hecho mayores y van perdiendo
facultades, hemos de defender nuestro lugar de trabajo con uñas y dientes en un
momento nada fácil como el que estamos viviendo y por si fuera poco, tenemos que
cuidar de nuestra pareja, de nuestro cuerpo y mente. Todo son exigencias, el tiempo
no da mas de si y quisiéramos estirar el día como si fuera una media, pero no
podemos.
Estamos acostumbrados a hacer muchas
actividades y hay gente que cuando se encuentra con un tiempo muerto se
inquieta mucho y tiene que llenarlo con cualquier acción. Es un miedo al “tiempo
vacío”, a la agenda en blanco, a las tardecitas sin “nada que hacer”. A veces
creo que esa hiperactividad encubierta no es otra cosa que un modo de escapar
de nosotros mismos, de huir de la quietud.
Hay personas que están huyendo de esa posibilidad
de reflexión de su propia vida mucho tiempo, les da pánico. Sienten que están
hechos para moverse, para realizar actividades, para ir de aquí para allá. Incluso
sienten culpa cuando se encuentran a gusto y embelesados frente a un amanecer…
No soy nadie para dar consejos, tampoco me los
has pedido, pero ahora que ha comenzado el crepúsculo de mi vida, lo veo un poco
distinto que hace unos años. Es como si tuviera ojos nuevos, veo mas que antes
y con mayor nitidez.
Entiendo que tienes múltiples obligaciones y
que todos te reclaman, pero cuando puedas practica la quietud reflexiva,
analiza tus actos, ¿cual es mi beneficio para esta siguiente acción?, ¿cual es
mi pérdida? soy capaz de asumirla?
No quieras llenar el poco tiempo libre del que
dispones con mas actividades. Busca un sitio tranquilo, deja que fluyan tus
pensamientos, que afloren los sentimientos, no te veas obligado a encarcelar
ninguno. Por un momento despréndete de los recuerdos y también de tus
expectativas, deja que todo fluya y relájate, fija la mirada en un punto del
horizonte, respira hondo una y otra vez, sin hacer nada.
Los frutos de esa inacción son inmensos, cuando
estas quieto y presente, captas mejor todo lo que pasa a tu alrededor,
disfrutas con mas intensidad de cada faceta de la realidad. Vives mas
intensamente, te permite ver las cosas con claridad, priorizar, saber decir lo
correcto y, sobre todo saber callar cuando es necesario. Te das cuenta de cuándo
estas de mas y también de cuándo eres necesario…
No se trata de ser pasivo, de dejar de hacer lo
que te corresponde aquí y ahora, ni menos aun, de incumplir las propias obligaciones.
Pero, esa inacción nos da la habilidad de discernir, en cada momento lo que hay
que hacer, lo que hay que decir, lo que hay que callar y dejar pasar.
No dediques tiempo a lo que es innecesario y
cuando estés en un sitio, que sea de verdad, con los cinco sentidos, como si
fuera la ultima vez que estas allí.
Ojalá que nunca tengamos
la sensación de habernos pasado la vida dentro de un tren de alta velocidad y
que no hemos saboreado todo lo que la realidad nos regala a cada instante
Comentarios